Página 531 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Sansón
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vendrían si se pusieran en práctica ciertos procedimientos. Cuando
ella hizo la prueba, se descubrió el engaño. Entonces lo acusó de
haberle mentido y le dijo: “¿Cómo dices: “Yo te amo”, cuando tu
corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces y no me
has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza”. Tres veces tuvo
Sansón la más clara manifestación de que los filisteos se habían
aliado con su hechicera para destruirlo; pero cuando ella fracasaba
en su propósito hacía de ello un asunto de broma, y él ciegamente
desterraba todo temor.
Día tras día Dalila le fue instando con sus palabras hasta que
“su alma fue reducida a mortal angustia”. Sin embargo, una fuerza
sutil le sujetaba al lado de ella. Vencido por último, Sansón le dio
a conocer el secreto: “Nunca a mi cabeza llegó navaja, porque soy
nazareo para Dios desde el vientre de mi madre. Si soy rapado,
mi fuerza se apartará de mí, me debilitaré y seré como todos los
hombres”.
En seguida envió Dalila un mensajero a los señores de los filis-
teos, para instarlos a venir sin tardanza alguna. Mientras el guerrero
dormía, se le cortaron las espesas trenzas de la cabeza. Luego, como
lo había hecho tres veces antes, ella gritó: “¡Samsón, los filisteos so-
bre ti!” Despertándose repentinamente, quiso hacer uso de su fuerza
como en otras ocasiones, y destruirlos; pero sus brazos impotentes
se negaron a obedecerlo, y entonces se dio cuenta de “que Jehová se
había apartado de él”. Cuando le rasuró la cabeza, Dalila empezó a
molestarlo y a causarle dolor para probar su fuerza; pues los filis-
teos no se atrevían a aproximársele hasta que estuvieran plenamente
convencidos de que su fuerza había desaparecido. Entonces lo pren-
dieron, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Allí quedó atado
con cadenas y grillos en la cárcel y condenado a trabajos forzados.
¡Cuán grande era el cambio para el que había sido juez y cam-
peón de Israel, al verse ahora débil, ciego, encarcelado, rebajado a
los menesteres más viles! Poco a poco había violado las condiciones
de su sagrada vocación. Dios había tenido mucha paciencia con
él; pero cuando se entregó de tal manera al poder del pecado que
traicionó su secreto, el Señor se apartó de él y lo abandonó. No había
poder en sus cabellos largos, sino que eran una señal de su lealtad
a Dios; y cuando sacrificó ese símbolo para satisfacer su pasión,
perdió también para siempre las bendiciones que representaba.