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Historia de los Patriarcas y Profetas
En el sufrimiento y la humillación, mientras era juguete de los
filisteos, Sansón aprendió más que nunca antes acerca de sus debi-
lidades; y sus aflicciones lo llevaron al arrepentimiento. A medida
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que el pelo crecía, le volvía gradualmente su fuerza; pero sus enemi-
gos, considerándole como un prisionero encadenado e impotente,
no sentían aprensión alguna.
Los filisteos atribuían su victoria a sus dioses; y regocijándose,
desafiaban al Dios de Israel. Se decidió hacer una fiesta en honor
de Dagón, el dios pez, “protector del mar”. De todos los pueblos y
campos de la llanura filistea, se congregaron la gente y sus señores.
Muchedumbres de adoradores llenaban el gran templo y las galerías
alrededor del techo. Era una ocasión de festividad y regocijo. Re-
saltó la pompa de los sacrificios, seguidos de música y banqueteo.
Entonces, como trofeo culminante del poder de Dagón, se hizo traer
a Sansón. Grandes gritos de regocijo saludaron su aparición. El pue-
blo y los príncipes se burlaron de su condición miserable y adoraron
al dios que había vencido “al destructor de nuestra tierra”.
Después de un rato, como si estuviera cansado, Sansón pidió
permiso para descansar apoyándose contra las dos columnas centra-
les que sostenían el techo del templo. Elevó entonces en silencio la
siguiente oración: “Señor Jehová, acuérdate ahora de mí y fortaléce-
me, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome
venganza de los filisteos”. Con estas palabras abrazó las columnas
con sus poderosos brazos; y diciendo: “Muera yo con los filisteos”,
se inclinó y cayó el techo, matando de un solo golpe a toda la vasta
multitud que estaba allí. “Los que mató al morir fueron muchos más
que los que había matado durante su vida”.
El ídolo y sus adoradores, los sacerdotes y los campesinos, los
guerreros y los nobles, quedaron sepultados juntos debajo de las
ruinas del templo de Dagón. Y entre ellos estaba el cuerpo gigantesco
de aquel a quien Dios había escogido para que liberara a su pueblo.
Llegaron a la tierra de Israel las noticias del terrible derrumbamiento,
y los parientes de Sansón bajaron de las colinas, y sin oposición
rescataron el cuerpo del héroe caído. “Se lo llevaron y lo sepultaron
entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa”.
La promesa de Dios de que por medio de Sansón comenzaría
“a salvar a Israel de manos de los filisteos” se cumplió; pero ¡cuán
sombría y terrible es la historia de esa vida que habría podido alabar