Página 536 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
y escuchaba su parloteo infantil, sus afectos lo enlazaban cada vez
más íntimamente. Era su único hijo, el don especial del cielo, pero
lo había recibido como un tesoro consagrado a Dios, y no quería
privar al Dador de lo que le pertenecía.
Una vez más Ana hizo el viaje a Silo con su esposo, y presentó
al sacerdote, en nombre de Dios, su precioso don, diciendo: “Por
este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico
también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró
allí a Jehová”.
Elí se sintió profundamente impresionado por la fe y devoción
de esta mujer de Israel. Siendo él mismo un padre excesivamente
indulgente, se quedó asombrado y humillado cuando vio el gran
sacrificio de la madre al separarse de su único hijo para dedicarlo
al servicio de Dios. Se sintió reprendido a causa de su propio amor
egoísta, y con humildad y reverencia se postró ante el Señor y adoró.
El corazón de la madre rebosaba de gozo y alabanza, y anhelaba
expresar toda su gratitud hacia Dios. El Espíritu divino la inspiró “y
Ana oró y dijo:
“Mi corazón se regocija en Jehová,
mi poder se exalta en Jehová;
mi boca se ríe de mis enemigos,
por cuanto me alegré en tu salvación.
No hay santo como Jehová;
porque no hay nadie fuera de ti
ni refugio como el Dios nuestro.
No multipliquéis las palabras de orgullo y altanería;
cesen las palabras arrogantes de vuestra boca,
porque Jehová es el Dios que todo lo sabe
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y a él le toca pesar las acciones. [...]
Jehová da la muerte y la vida;
hace descender al seol y retornar.
Jehová empobrece y enriquece, abate y enaltece.
Él levanta del polvo al pobre;
alza del basurero al menesteroso,
para hacerlo sentar con príncipes
y heredar un sitio de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra;