Página 558 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
puede hacer esta obra por otro. Individualmente debemos humillar
nuestras almas ante Dios, y apartar nuestros ídolos. Cuando hayamos
hecho todo lo que podamos, el Señor nos manifestará su salvación.
Con la cooperación de los jefes de las tribus, se reunió una gran
asamblea en Mizpa. Allí se celebró un ayuno solemne. Con profunda
humillación, el pueblo confesó sus pecados; y en testimonio de su
resolución de obedecer las instrucciones que había oído, invistió a
Samuel con la autoridad de juez.
Los filisteos interpretaron esta reunión como un consejo de gue-
rra, y con un ejército poderoso quisieron dispersar a los israelitas
antes de que sus proyectos maduraran. Las noticias de su próxima
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llegada infundieron gran terror a Israel. El pueblo pidió a Samuel:
“No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, que nos
guarde de mano de los filisteos”.
Mientras Samuel estaba ofreciendo un cordero en holo-causto,
los filisteos se acercaron para dar batalla. Entonces el Todopoderoso
que había descendido sobre el Sinaí en medio del fuego, del humo y
del trueno, el que había dividido el Mar Rojo, y que había abierto
un camino por el Jordán para los hijos de Israel, manifestó su poder
una vez más. Una tempestad terrible se desató sobre el ejército
que avanzaba, y por la tierra quedaron sembrados los cadáveres de
guerreros poderosos.
Los israelitas habían permanecido quietos, en silencioso asom-
bro, temblando de esperanza y de temor. Cuando presenciaron la
matanza de sus enemigos, se dieron cuenta de que Dios había acep-
tado su arrepentimiento. A pesar de que no estaban preparados para
la batalla, se apoderaron de las armas de los filisteos muertos, y per-
siguieron al ejército que huía hasta Bet-car. Esta maravillosa victoria
se obtuvo en el mismo campo donde, veinte años antes, las huestes
filisteas, habían derrotado a Israel, matado a los sacerdotes y tomado
el arca de Dios. Para las naciones así como para los individuos, el
camino de la obediencia a Dios es el sendero de la seguridad y de la
felicidad, mientras que, por otro lado, el de la transgresión conduce
tan solo al desastre y la derrota. Los filisteos quedaron entonces tan
completamente subyugados, que entregaron las fortalezas que ha-
bían arrebatado a Israel, y se abstuvieron de todo acto de hostilidad
durante muchos años. Otras naciones siguieron este ejemplo, y los