Página 568 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
que tan a menudo son los resultados del ocio. Todo esto cuadra con
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el fin principal de la educación; porque al estimular la actividad, la
diligencia y la pureza, nos ponemos en armonía con el Creador.
Los jóvenes deben ser inducidos a comprender el propósito de
su creación, que es honrar a Dios y beneficiar a sus semejantes; há-
gaseles ver el tierno amor que nuestro Padre celestial ha manifestado
y el alto destino para el cual la disciplina de esta vida los ha de
preparar, la dignidad y el honor a los cuales están llamados, a saber,
ser hijos de Dios, y miles se apartarán con desprecio y repugnancia
de los propósito bajos y egoístas y de los placeres frívolos que hasta
ahora les han absorbido. Aprenderán a odiar y evitar el pecado, no
meramente por la esperanza de la recompensa o por el miedo al cas-
tigo, sino por un sentido de su vileza inherente, porque degradaría
las facultades que Dios les ha dado, mancharía su carácter de seres
humanos semejantes a Dios.
Dios no ordena que los jóvenes tengan menos aspiraciones. Los
rasgos de carácter que dan éxito y honores a un hombre entre sus
semejantes; el deseo inextinguible de algún bien mayor; la voluntad
indomable; los esfuerzos arduos; la perseverancia incansable, no
deben eliminarse. Por la gracia de Dios, deben encauzarse hacia
fines que superen los intereses egoístas y temporales como los cielos
son más altos que la tierra.
Y la educación comenzada en esta vida continuará en la vida
venidera. Un día tras otro revelarán a la mente con nueva belleza las
maravillosas obras de Dios, las evidencias de su sabiduría y poder al
crear y sostener el universo, así como el misterio infinito del amor y
de la sabiduría en el plan de la redención. “Cosas que ojo no vio ni
oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha
preparado para los que lo aman”.
1 Corintios 2:9
. Hasta en esta vida
podemos entrever su presencia y gozar de la comunión con el cielo;
pero la plenitud de su gozo y de su bendición se ha de alcanzar en el
más allá. La eternidad sola habrá de revelar el destino glorioso que
el hombre, restaurado a la imagen de Dios, puede alcanzar.
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