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Historia de los Patriarcas y Profetas
Desde los tiempos de Josué, jamás había sido administrado el
gobierno con tanta sabiduría y éxito como durante la administración
de Samuel. Investido por la divinidad con el triple cargo de juez,
profeta y sacerdote, había trabajado con infatigable y desinteresado
celo por el bienestar de su pueblo, y la nación había prosperado
bajo su gobierno sabio. Se había restablecido el orden, se había
fomentado la piedad, y el espíritu de descontento se había refrenado
momentáneamente; pero con el transcurso de los años el profeta se
vio obligado a compartir con otros la administración del gobierno,
y nombró a sus dos hijos para que lo ayudaran. Mientras Samuel
continuaba desempeñando en Ramá los deberes de su cargo, los
jóvenes administraban justicia entre el pueblo en Beer-seba, cerca
del límite meridional del país.
Con el consentimiento unánime de la nación, Samuel había dado
cargo a sus hijos; pero no resultaron dignos de la elección hecha por
su padre. Por medio de Moisés, el Señor había dado instrucciones
especiales a su pueblo para que los gobernantes de Israel juzgaran
con rectitud, trataran con justicia a la viuda y al huérfano, y no
recibieran sobornos de ninguna clase. Pero los hijos de Samuel “se
dejaron llevar por la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el
derecho”. Los hijos del profeta no acataban los preceptos que él
había tratado de inculcarles. No imitaban la vida pura y desinteresada
de su padre. La advertencia dirigida a Elí no había ejercido en el
ánimo de Samuel la influencia que debió haber ejercido. Él había
sido, hasta cierto grado, demasiado indulgente con sus hijos, y los
resultados eran obvios en su carácter y en su vida.
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La injusticia de estos jueces causó mucho desafecto, y así propor-
cionó al pueblo un pretexto para insistir en que se llevara a cabo el
cambio que por tanto tiempo había deseado secretamente. “Entonces
todos los ancianos de Israel se reunieron y vinieron a Ramá para ver
a Samuel, y le dijeron: “Tú has envejecido y tus hijos no andan en
tus caminos; por tanto, danos ahora un rey que nos juzgue, como
tienen todas las naciones””. Véase
1 Samuel 8-12
.
No se le había hablado a Samuel de los abusos cometidos por
sus hijos contra el pueblo. Si él hubiera conocido la mala conducta
de sus hijos, les habría quitado sus cargos sin tardanza alguna; pero
esto no era lo que deseaban los peticionarios. Samuel vio que lo
que los movía en realidad era el descontento y el orgullo y que su