Página 685 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El pecado de David y su arrepentimiento
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La caída de David, hombre que fue grandemente honrado por el Se-
ñor, despertó en ellos la desconfianza de sí mismos. Comprendieron
que solamente Dios podía guardarlos por su poder mediante la fe.
Sabiendo que en él estaba la fortaleza y la seguridad, temieron dar
el primer paso en tierra de Satanás.
Aun antes de que se hubiera dictado la sentencia divina contra
David, este ya había comenzado a cosechar el fruto de su transgre-
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sión. Su conciencia no tenía paz. En el salmo 32 presenta la agonía
que su espíritu soportó entonces. Dice:
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada
y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad
y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras callé, se envejecieron mis huesos
en mi gemir todo el día,
porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
se volvió mi verdor en sequedades de verano”.
Salmos 32:1-
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.
Y el salmo 51 es una expresión del arrepentimiento de David
cuando le llegó el mensaje de reprensión de parte de Dios:
“Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia;
conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
¡Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado!,
porque yo reconozco mis rebeliones,
y mi pecado está siempre delante de mí. [...]
Purifícame con hisopo y seré limpio;
lávame y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades.
¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí!
No me eches de delante de ti y no quites de mí tu santo espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación