Después del diluvio
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montes, y humeen. Despide relámpagos y disípalos; envía tus saetas
y túrbalos”.
Nahúm 1:5, 6
;
Salmos 144:5, 6
.
“Daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra,
sangre, fuego y vapor de humo”. “Entonces hubo relámpagos, voces,
truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual
no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra”.
“Toda isla huyó y los montes ya no fueron hallados. Del cielo cayó
sobre los hombres un enorme granizo, como del peso de un talento”.
Hechos 2:19
;
Apocalipsis 16:18, 20, 21
.
Cuando se unan los rayos del cielo con el fuego de la tierra, las
montañas arderán como un horno, y arrojarán espantosos torrentes
de lava, que cubrirán jardines y campos, aldeas y ciudades. Ma-
sas incandescentes fundidas arrojadas en los ríos harán hervir las
aguas, arrojarán con indescriptible violencia macizas rocas cuyos
fragmentos se esparcirán por la tierra. Los ríos se secarán. La tie-
rra se conmoverá; por todas partes habrá espantosos terremotos y
erupciones.
Así destruirá Dios a los impíos de la tierra. Pero los justos
serán protegidos en medio de estas conmociones, como lo fue Noé
en el arca. Dios será su refugio y tendrán confianza bajo sus alas
protectoras. El salmista dice: “Porque has puesto a Jehová, que
es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá
mal ni plaga tocará tu morada [...]. La promesa del Señor es: “Por
cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré
en alto, por cuanto ha conocido mi nombre”. “Él me esconderá en
su Tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su
morada”.
Salmos 91:9, 10, 14
;
27:5
.
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