Página 93 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La semana literal
89
Aun las personas más inteligentes, si en sus investigaciones no
son dirigidas por la Palabra de Dios, se confunden en sus esfuerzos
por delinear las relaciones de la ciencia y la revelación. Debido a
que el Creador y sus obras les resultan tan incomprensibles que
se ven incapacitados para explicarlos mediante las leyes naturales,
consideran la historia bíblica como algo indigno de confianza. Los
que dudan de la certeza de los relatos del Antiguo y del Nuevo
Testamento serán inducidos a dar un paso más y a dudar de la
existencia de Dios, y luego, habiendo perdido sus anclas, se verán
entregados a su propia suerte para encallar finalmente en las rocas
de la incredulidad.
Estas personas han perdido la sencillez de la fe. Debe existir
una fe arraigada en la divina autoridad de la Santa Palabra de Dios.
La Sagrada Escritura no se ha de juzgar de acuerdo con las ideas
científicas de los hombres. La sabiduría humana es una guía en
la cual no se puede confiar. Los escépticos que leen la Sagrada
Escritura para poder sutilizar acerca de ella, pueden, mediante una
comprensión imperfecta de la ciencia o de la revelación, sostener
que encuentran contradicciones entre una y otra; pero cuando se
entienden correctamente, se las nota en perfecta armonía. Moisés
escribió bajo la dirección del Espíritu de Dios; y una teoría geológica
correcta no presentará descubrimientos que no puedan conciliarse
con los asertos así inspirados. Toda verdad, ya sea en la naturaleza
o en la revelación, es consecuente consigo misma en todas sus
manifestaciones.
En la Palabra de Dios hay muchas interrogaciones que los más
versados eruditos no pueden contestar. Se nos llama la atención a es-
tos asuntos para mostrarnos que, aun en las cosas comunes de la vida
diaria, es mucho lo que las mentes finitas, con toda su jactanciosa
sabiduría, no podrán jamás comprender en toda su plenitud.
[93]
Sin embargo, los hombres de ciencia creen que ellos pueden
comprender la sabiduría de Dios, lo que él ha hecho y lo que puede
hacer. Se ha generalizado mucho la idea de que Dios está restringido
por sus propias leyes. Los hombres niegan o pasan por alto su
existencia, o piensan que pueden explicarlo todo, aun la acción de su
Espíritu sobre el corazón humano; y ya no reverencian su nombre ni
temen su poder. Como no comprenden las leyes de Dios ni su poder
infinito para hacer efectiva su voluntad mediante ellas, no creen en