Página 133 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La prueba de la fe
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hubo voz que clamara: “¡Basta!” El Rey de la gloria dió su vida para
salvar a la raza caída. ¿Qué mayor prueba se puede dar del infinito
amor y de la compasión de Dios? “El que aun a su propio Hijo no
perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas?”
Romanos 8:32
.
El sacrificio exigido a Abrahán no fué sólo para su propio bien
ni tampoco exclusivamente para el beneficio de las futuras genera-
ciones; sino también para instruir a los seres sin pecado del cielo
y de otros mundos. El campo de batalla entre Cristo y Satanás, el
terreno en el cual se desarrolla el plan de la redención, es el libro
de texto del universo. Por haber demostrado Abrahán falta de fe en
las promesas de Dios, Satanás le había acusado ante los ángeles y
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ante Dios de no ser digno de sus bendiciones. Dios deseaba probar
la lealtad de su siervo ante todo el cielo, para demostrar que no se
puede aceptar algo inferior a la obediencia perfecta y para revelar
más plenamente el plan de la salvación.
Los seres celestiales fueron testigos de la escena en que se pro-
baron la fe de Abrahán y la sumisión de Isaac. La prueba fué mucho
más severa que la impuesta a Adán. La obediencia a la prohibición
hecha a nuestros primeros padres no entrañaba ningún sufrimiento;
pero la orden dada a Abrahán exigía el más atroz sacrificio. Todo
el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable obediencia
de Abrahán. Todo el cielo aplaudió su fidelidad. Se demostró que
las acusaciones de Satanás eran falsas. Dios declaró a su siervo: “Ya
conozco que temes a Dios [a pesar de las denuncias de Satanás],
pues que no me rehusaste tu hijo, tu único.” El pacto de Dios, confir-
mado a Abrahán mediante un juramento ante los seres de los otros
mundos, atestiguó que la obediencia será premiada.
Había sido difícil aun para los ángeles comprender el misterio
de la redención, entender que el Soberano del cielo, el Hijo de Dios,
debía morir por el hombre culpable. Cuando a Abrahán se le mandó
ofrecer a su hijo en sacrificio, se despertó el interés de todos los
seres celestiales. Con intenso fervor, observaron cada paso dado
en cumplimiento de ese mandato. Cuando a la pregunta de Isaac:
“¿Dónde está el cordero para el holocausto?” Abrahán contestó:
“Dios se proveerá de cordero;” y cuando fué detenida la mano del
padre en el momento mismo en que estaba por sacrificar a su hijo y
el carnero que Dios había provisto fué ofrecido en lugar de Isaac,