Página 14 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno
solo en naturaleza, en carácter y en propósitos; era el único ser que
podía penetrar en todos los designios y fines de Dios. “Y llamaráse
su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe
de paz.” “Y sus salidas son desde el principio, desde los días del
siglo.”
Isaías 9:6
;
Miqueas 5:2
. Y el Hijo de Dios, hablando de sí
mismo, declara: “Jehová me poseía en el principio de su camino, ya
de antiguo, antes de sus obras. Eternalmente tuve el principado....
Cuando establecía los fundamentos de la tierra; con él estaba yo
ordenándolo todo; y fuí su delicia todos los días, teniendo solaz
delante de él en todo tiempo.”
Proverbios 8:22-30
.
El Padre obró por medio de su Hijo en la creación de todos los
seres celestiales. “Porque por él fueron criadas todas las cosas, ...
sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo
fué criado por él y para él.”
Colosenses 1:16
. Los ángeles son los
ministros de Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana
de la presencia de él y valiéndose de sus rápidas alas, se apresuran
a ejecutar la voluntad de Dios. Pero el Hijo, el Ungido de Dios,
“la misma imagen de su sustancia,” “el resplandor de su gloria” y
sostenedor de “todas las cosas con la palabra de su potencia,” tiene
la supremacía sobre todos ellos. Un “trono de gloria, excelso desde
el principio,” era el lugar de su santuario; una “vara de equidad,” el
cetro de su reino. “Alabanza y magnificencia delante de él: fortaleza
y gloria en su santuario.” “Misericordia y verdad van delante de tu
rostro.”
Hebreos 1:3, 8
;
Jeremías 17:12
;
Salmos 96:6; 89:14
.
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios,
la felicidad de todos los seres inteligentes depende de su perfecto
acuerdo con los grandes principios de justicia de esa ley. Dios desea
de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de la compren-
sión y del aprecio de su carácter. No halla placer en una obediencia
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forzada, y otorga a todos libre albedrío para que puedan servirle
voluntariamente.
Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del
amor, hubo perfecta armonía en el universo de Dios. Cumplir los
designios de su Creador era el gozo de las huestes celestiales. Se
deleitaban en reflejar la gloria del Todopoderoso y en alabarle. Y
su amor mutuo fué fiel y desinteresado mientras el amor de Dios
fué supremo. No había nota discordante que perturbara las armonías