Página 158 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
no tenía todavía un conocimiento experimental del Dios a quien ado-
raba. Su corazón no había sido renovado por la gracia divina. Creía
que la promesa respecto a él mismo no se podría cumplir mientras
Esaú poseyera la primogenitura; y constantemente estudiaba los
medios de obtener la bendición que su hermano consideraba de poca
importancia y que para él era tan preciosa.
Cuando Esaú, al volver un día de la caza, cansado y des fallecido,
le pidió a Jacob la comida que estaba preparando, éste último, en
quien predominaba siempre el mismo pensamiento, aprovechó la
oportunidad y ofreció saciar el hambre de su hermano a cambio
de la primogenitura. “He aquí yo me voy a morir—exclamó el
temerario y desenfrenado cazador;—¿para qué, pues, me servirá
la primogenitura?”
Génesis 25:32
. Y por un plato de lentejas se
deshizo de su primogenitura, y confirmó la transacción mediante
un juramento. Unos instantes después, a lo sumo, Esaú hubiera
conseguido alimento en las tiendas de su padre; pero para satisfacer
el deseo del momento, trocó descuidadamente la gloriosa herencia
que Dios mismo había prometido a sus padres. Todo su interés se
concentraba en el momento presente. Estaba dispuesto a sacrificar
lo celestial por lo terreno, a cambiar un bien futuro por un goce
momentáneo.
“Así menospreció Esaú la primogenitura.” Al deshacerse de ella,
tuvo un sentimiento de alivio. Ahora su camino estaba libre; podría
hacer lo que se le antojara. ¡Cuántos aun hoy día, por este insensato
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placer, mal llamado libertad, venden su derecho a una herencia pura,
inmaculada y eterna en el cielo!
Sometido siempre a los estímulos exteriores y terrenales, Esaú
se había casado con dos mujeres de las hijas de Het. Estas adoraban
dioses falsos, y su idolatría causaba amarga pena a Isaac y Rebeca.
Esaú había violado una de las condiciones del pacto, que prohibía
el matrimonio entre el pueblo escogido y los paganos; pero Isaac
no vacilaba en su determinación de conferirle la primogenitura.
Las razones de Rebeca, el vehemente deseo de Jacob de recibir
la bendición, la indiferencia de Esaú hacia sus obligaciones, no
consiguieron cambiar la resolución del padre.
Pasaron los años, hasta que Isaac, anciano y ciego, y esperando
morir pronto, decidió no demorar más en dar la bendición a su hijo
mayor. Pero conociendo la resistencia de Rebeca y de Jacob, decidió