Página 173 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La noche de lucha
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Dios es éste; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim,” o sea
“los dos campos, o dos ejércitos.” Véase
Génesis 32
.
Sin embargo, Jacob creyó que debía hacer algo en favor de su
propia seguridad. Mandó, pues, mensajeros a su hermano con un
saludo conciliatorio. Los instruyó respecto a las palabras exactas
con las cuales se habían de dirigir a Esaú. Se había predicho ya antes
del nacimiento de los dos hermanos, que el mayor serviría al menor,
y para que el recuerdo de esto no fuese motivo de amargura, dijo
Jacob a los siervos, que los mandaba a “mi señor Esaú;” y cuando
fuesen llevados ante él, debían referirse a su amo como “tu siervo
Jacob;” y para quitar el temor de que volvía como indigente errante
para reclamar la herencia de su padre, Jacob le mandó decir en su
mensaje: “Tengo vacas, y asnos, y ovejas, y siervos y siervas; y envío
a decirlo a mi señor, por hallar gracia en tus ojos.”
Pero los siervos volvieron con la noticia de que Esaú se acercaba
con cuatrocientos hombres, y que no había dado contestación al
mensaje amistoso. Parecía cierto que venía para vengarse. El terror
se apoderó del campamento. “Entonces Jacob tuvo gran temor, y
angustióse.” No podía volverse y temía avanzar. Sus acompañantes,
desarmados y desamparados, no tenían la menor preparación para
hacer frente a un encuentro hostil. Por eso los dividió en dos grupos,
de modo que si uno fuese atacado, el otro tuviera ocasión de huir.
De sus muchos ganados mandó generosos regalos a Esaú con un
mensaje amistoso. Hizo todo lo que estaba de su parte para expiar
el daño hecho a su hermano y evitar el peligro que le amenazaba,
y luego, con humildad y arrepentimiento, pidió así la protección
divina: “Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela,
y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias, y que toda
la verdad que has usado para con tu siervo; que con mi bordón pasé
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este Jordán, y ahora estoy sobre dos cuadrillas. Líbrame ahora de la
mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga
quizá, y me hiera la madre con los hijos.”
Había llegado ahora al río Jaboc, y cuando vino la noche Jacob
mandó a su familia cruzar por el vado al otro lado del río, quedándose
él solo atrás. Había decidido pasar la noche en oración y deseaba
estar solo con Dios, quien podía apaciguar el corazón de Esaú. En
Dios estaba la única esperanza del patriarca.