Página 219 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Moisés
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En la corte de Faraón, Moisés recibió la más alta educación civil
y militar. El monarca había decidido hacer de su nieto adoptivo el
sucesor del trono, y el joven fué educado para esa alta posición.
“Y fué enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era
poderoso en sus dichos y hechos.”
Hechos 7:22
. Su habilidad como
caudillo militar le convirtió en el favorito del ejército egipcio, y la
generalidad le consideraba como un personaje notable. Satanás había
sido derrotado en sus propósitos. El mismo decreto que condenaba
a muerte a los niños hebreos había sido usado por Dios para educar
y adiestrar al futuro caudillo de su pueblo.
[251]
A los ancianos de Israel les comunicaron los ángeles que la
época de su liberación se acercaba, y que Moisés era el hombre
que Dios emplearía para realizar esta obra. Los ángeles también
instruyeron a Moisés, diciéndole que Jehová le había elegido para
poner fin a la servidumbre de su pueblo. Suponiendo Moisés que
los hebreos habían de obtener su libertad mediante la fuerza de
las armas, esperaba dirigir las huestes hebreas contra los ejércitos
egipcios, y teniendo esto en cuenta, fué cuidadoso con sus afectos,
para evitar que por apego a su madre adoptiva o a Faraón no se
sintiese libre para hacer la voluntad de Dios.
De conformidad con las leyes de Egipto, todos los que ocupaban
el trono de los Faraones debían llegar a ser miembros de la casta
sacerdotal; y Moisés, como presunto heredero, debía ser iniciado
en los misterios de la religión nacional. Se responsabilizó de esto a
los sacerdotes. Pero aunque era celoso e incansable estudiante, no
pudieron inducirle a la adoración de los dioses. Fué amenazado con
la pérdida de la corona, y se le advirtió que sería desheredado por
la princesa si insistía en su apego a la fe hebrea. Pero permaneció
inconmovible en su determinación de no rendir homenaje a otro Dios
que el Hacedor del cielo y de la tierra. Razonó con los sacerdotes y
los adoradores de los dioses egipcios, mostrándoles la insensatez de
su veneración supersticiosa hacia objetos inanimados. Nadie pudo
refutar sus argumentos o cambiar su propósito; sin embargo, por un
tiempo su firmeza fué tolerada a causa de su elevada posición, y por
el favor que le dispensaban tanto el rey como el pueblo.
“Por fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la
hija de Faraón; escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios,
que gozar de comodidades temporales de pecado. Teniendo por ma-