Página 220 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
yores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios;
porque miraba la remuneración.”
Hebreos 11:24-26
. Moisés estaba
capacitado para destacarse entre los grandes de la tierra, para brillar
en las cortes del reino más glorioso, y para empuñar el cetro de su
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poder. Su grandeza intelectual lo distingue entre los grandes de todas
las edades, y no tiene par como historiador, poeta, filósofo, general
y legislador. Con el mundo a su alcance, tuvo fuerza moral para
rehusar las halagüeñas perspectivas de riqueza, grandeza y fama,
“escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de
comodidades temporales de pecado.”
Moisés había sido instruido tocante al galardón final que será
dado a los humildes y obedientes siervos de Dios, y en comparación
con el cual la ganancia mundanal se hundía en su propia insignifi-
cancia. El magnífico palacio de Faraón y el trono del monarca fueron
ofrecidos a Moisés para seducirle; pero él sabía que los placeres
pecaminosos que hacen a los hombres olvidarse de Dios imperaban
en sus cortes señoriales. Vió más allá del esplendoroso palacio, más
allá de la corona de un monarca, los altos honores que se otorgarán a
los santos del Altísimo en un reino que no tendrá mancha de pecado.
Vió por la fe una corona imperecedera que el Rey del cielo colocará
en la frente del vencedor. Esta fe le indujo a apartarse de los señores
de esta tierra, y a unirse con la nación humilde, pobre y despreciada
que había preferido obedecer a Dios antes que servir al pecado.
Moisés permaneció en la corte hasta los cuarenta años de edad.
Con frecuencia pensaba en la abyecta condición de su pueblo, y
visitaba a sus hermanos sujetos a servidumbre, y los animaba con la
seguridad de que Dios obraría su liberación. A menudo, provocado
al resentimiento por las escenas de injusticia y opresión que veía,
anhelaba vengar sus males. Un día, en una de sus visitas, al ver que
un egipcio golpeaba a un israelita, se arrojó sobre aquél y le dió
muerte. No hubo testigos del hecho, excepto el israelita, y Moisés
sepultó inmediatamente el cuerpo en la arena. Habiendo demostrado
que estaba listo para apoyar la causa de su pueblo, esperaba verlo
levantarse para recobrar su libertad. “Pero él pensaba que sus herma-
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nos entendían que Dios les había de dar salud por su mano; mas ellos
no lo habían entendido.”
Hechos 7:25
. Aun no estaban preparados
para la libertad.