Página 222 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
la Sabiduría infinita determinó que el que había de ser el caudillo de
su pueblo pasara cuarenta años haciendo el humilde trabajo de pastor.
Así desarrolló hábitos de atento cuidado, olvido de sí mismo y tierna
solicitud por su rebaño, que le prepararon para ser el compasivo y
paciente pastor de Israel. Ninguna ventaja que la educación o la
cultura humanas pudiesen otorgar, podría haber substituído a esta
experiencia.
Moisés había aprendido muchas cosas que debía olvidar. Las
influencias que le habían rodeado en Egipto, el amor a su madre
adoptiva, su propia elevada posición como nieto del rey, el libertinaje
que reinaba por doquiera, el refinamiento, la sutileza y el misticis-
mo de una falsa religión, el esplendor del culto idólatra, la solemne
grandeza de la arquitectura y de la escultura; todo esto había dejado
una profunda impresión en su mente entonces en desarrollo, y hasta
cierto punto había amoldado sus hábitos y su carácter. El tiempo,
el cambio de ambiente y la comunión con Dios podían hacer des-
aparecer estas impresiones. Exigiría de parte de Moisés mismo casi
una lucha a muerte renunciar al error y aceptar la verdad; pero Dios
sería su ayudador cuando el conflicto fuese demasiado severo para
sus fuerzas humanas.
En todos los escogidos por Dios para llevar a cabo alguna obra
para él, se notó el elemento humano. Sin embargo, no fueron per-
sonas de hábitos y caracteres estereotipados, que se conformaran
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con permanecer en esa condición. Deseaban fervorosamente obtener
sabiduría de Dios, y aprender a servirle. Dice el apóstol: “Si alguno
de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da
a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada.”
Santiago
1:5
. Pero Dios no dará luz divina al hombre mientras éste se ha-
lle contento con permanecer en las tinieblas. Para recibir ayuda de
Dios, el hombre debe reconocer su debilidad y deficiencia; debe
esforzarse por realizar el gran cambio que ha de verificarse en él;
debe comprender el valor de la oración y del esfuerzo perseverantes.
Los malos hábitos y costumbres deben desterrarse; y sólo mediante
un decidido esfuerzo por corregir estos errores y someterse a los
sanos principios, se puede alcanzar la victoria. Muchos no llegan a la
posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos
lo que él les ha dado poder para hacer por sí mismos. Todos los que
están capacitados para ser de utilidad deben ser educados mediante