Página 226 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
el Apéndice, nota 3
), “y Moisés huía de ella.” Dios le ordenó que la
tomara, y en su mano “tornóse vara.” Le mandó que pusiese su mano
en su seno. Obedeció y “he aquí que su mano estaba leprosa como la
nieve.” Cuando le dijo que volviera a ponerla en su seno, al sacarla
encontró que se había vuelto de nuevo como la otra. Mediante estas
señales, el Señor aseguró a Moisés que su propio pueblo, así como
también Faraón, se convencerían de que Uno más poderoso que el
rey de Egipto se manifestaba entre ellos.
Pero el siervo de Dios todavía estaba anonadado por la obra
extraña y maravillosa que se le pedía que hiciera. Acongojado y
temeroso, alegó como excusa su falta de elocuencia. Dijo: “¡Ay
Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun
desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe
de lengua.” Había estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya
no tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con soltura
como cuando estaba entre ellos.
El Señor le dijo: “¿Quién dió la boca al hombre? ¿no soy yo
Jehová?” Y se le volvió a asegurar la ayuda divina: “Ahora pues, ve,
que yo seré en tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.”
Pero Moisés insistió en que se escogiera a una persona más
competente. Estas excusas procedían al principio de su humildad y
timidez; pero una vez que el Señor le hubo prometido quitar todas
las dificultades y darle éxito, toda evasiva o queja referente a su falta
de preparación demostraba falta de confianza en Dios. Entrañaba un
temor de que Dios no tuviera capacidad para prepararlo para la gran
obra a la cual le había llamado, o que había cometido un error en la
selección del hombre.
Dios le indicó a Moisés que se uniese a su hermano mayor, Aa-
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rón, quien, debido a que había estado usando diariamente la lengua
egipcia, podía hablarla perfectamente. Se le dijo que Aarón vendría
a su encuentro. Las siguientes palabras del Señor fueron una orden
perentoria: “Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y
yo seré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer.
Y él hablará por ti al pueblo; y él te será a ti en lugar de boca, y tú
serás para él en lugar de Dios. Y tomarás esta vara en tu mano, con
la cual harás las señales.” Moisés no pudo oponerse más; pues todo
fundamento para las excusas había desaparecido.