Página 225 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Moisés
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muchos casi no conocían a Dios. Dijo: “He aquí que llego yo a los
hijos de Israel, y les digo, El Dios de vuestros padres me ha enviado
a vosotros; si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿qué les
responderé?” La contestación fué: “YO SOY EL QUE SOY.” “Así
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dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.”
Se le ordenó a Moisés que reuniera primero a los ancianos de
Israel, a los más nobles y rectos de entre ellos, a los que habían la-
mentado durante mucho tiempo su servidumbre, y que les declarase
el mensaje de Dios, con la promesa de la liberación. Después había
de ir con los ancianos ante el rey, y decirle: “Jehová, el Dios de los
Hebreos, nos ha encontrado; por tanto nosotros iremos ahora camino
de tres días por el desierto, para que sacrifiquemos a Jehová nuestro
Dios.”
A Moisés se le había prevenido que Faraón se opondría a la
súplica de permitir la salida de Israel. Sin embargo, el ánimo del
siervo de Dios no debía decaer; porque el Señor haría de ésta, una
ocasión para manifestar su poder ante los egipcios y ante su pueblo.
“Empero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis
maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir.”
También se le dieron instrucciones acerca de las medidas que
había de tomar para el viaje. El Señor declaró: “Yo daré a este pueblo
gracia en los ojos de los Egipcios, para que cuando os partiereis, no
salgáis vacíos: sino que demandará cada mujer a su vecina y a su
huéspeda vasos de plata, vasos de oro, y vestidos.” Los egipcios se
habían enriquecido mediante el trabajo exigido injustamente a los
israelitas, y como éstos habían de emprender su viaje hacia su nueva
morada, era justo que reclamaran la remuneración de sus años de
trabajo. Por lo tanto habían de pedir artículos de valor, que pudieran
transportarse fácilmente, y Dios les daría favor ante los egipcios.
Los poderosos milagros realizados para su liberación iban a infundir
terror entre los opresores, de tal manera que lo solicitado por los
siervos sería otorgado.
Moisés veía ante sí dificultades que le parecían insalvables. ¿Qué
prueba podría dar a su pueblo de que realmente iba como enviado
de Dios? “He aquí—dijo—que ellos no me creerán, ni oirán mi voz;
porque dirán: No te ha aparecido Jehová.” Entonces Dios le dió una
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evidencia que apelaba a sus propios sentidos. Le dijo que arrojara su
vara al suelo. Al hacerlo, “convirtióse en una serpiente” (
V.M., véase