Página 28 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
el ejemplo del Creador, el hombre había de reposar durante este
sagrado día, para que, mientras contemplara los cielos y la tierra,
pudiese reflexionar sobre la grandiosa obra de la creación de Dios; y
para que, mientras mirara las evidencias de la sabiduría y bondad de
Dios, su corazón se llenase de amor y reverencia hacia su Creador.
Al bendecir el séptimo día en el Edén, Dios estableció un recor-
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dativo de su obra creadora. El sábado fué confiado y entregado a
Adán, padre y representante de toda la familia humana. Su obser-
vancia había de ser un acto de agradecido reconocimiento de parte
de todos los que habitasen la tierra, de que Dios era su Creador y
su legítimo soberano, de que ellos eran la obra de sus manos y los
súbditos de su autoridad. De esa manera la institución del sábado era
enteramente conmemorativa, y fué dada para toda la humanidad. No
había nada en ella que fuese obscuro o que limitase su observancia
a un solo pueblo.
Dios vió que el sábado era esencial para el hombre, aun en el pa-
raíso. Necesitaba dejar a un lado sus propios intereses y actividades
durante un día de cada siete para poder contemplar más de lleno las
obras de Dios y meditar en su poder y bondad. Necesitaba el sábado
para que le recordase más vivamente la existencia de Dios, y para
que despertase su gratitud hacia él, pues todo lo que disfrutaba y
poseía procedía de la mano benéfica del Creador.
Dios quiere que el sábado dirija la mente de los hombres hacia
la contemplación de las obras que él creó. La naturaleza habla a
sus sentidos, declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y
supremo Soberano del universo. “Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite
palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría.”
Salmos 19:1, 2
. La belleza que cubre la tierra es una demostración
del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas,
en los corpulentos árboles, en los capullos que se abren y en las
delicadas flores. Todas estas cosas nos hablan de Dios. El sábado,
señalando siempre hacia el que lo creó todo, manda a los hombres
que abran el gran libro de la naturaleza y escudriñen allí la sabiduría,
el poder y el amor del Creador.
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados inocen-
tes y santos, no fueron colocados fuera del alcance del pecado. Dios
los hizo entes morales libres, capaces de apreciar y comprender la sa-
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