Página 294 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

290
Historia de los Patriarcas y Profetas
Santo, su nombre será raído del libro de la vida el día del juicio y
será condenado a la destrucción. Moisés comprendía cuán terrible
[337]
sería la suerte del pecador; sin embargo, si el pueblo de Israel iba
a ser rechazado por el Señor, él deseaba que su nombre también
fuese raído con el de ellos; no podía soportar que los juicios de Dios
cayeran sobre aquellos a quienes tan bondadosamente había librado.
La intercesión de Moisés en favor de Israel ilustra la mediación
de Cristo en favor de los pecadores. Pero el Señor no permitió que
Moisés sobrellevara, como lo hizo Cristo, la culpa del transgresor.
“Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro,” dijo.
Con profunda tristeza el pueblo enterró sus muertos. Tres mil
habían perecido por la espada; una plaga invadió poco tiempo des-
pués el campamento; y luego les llegó el mensaje de que la divina
presencia ya no les acompañaría más en su peregrinaje. Jehová había
declarado: “Yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura
cerviz, no sea que te consuma en el camino.” Y se les ordenó: “Quí-
tate pues ahora tus atavíos, que yo sabré lo que te tengo de hacer.”
Hubo luto por todo el campamento. Compungidos y humillados, “los
hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb.”
En virtud de las instrucciones divinas, la tienda que había servido
como lugar temporario para el culto fué quitada y puesta “fuera del
campo, lejos del campo.” Esta era una prueba más de que Dios había
retirado su presencia de entre ellos. El se revelaría a Moisés, pero
no a un pueblo como aquél. La censura fué vivamente sentida, y las
multitudes afligidas por el remordimiento pensaron que presagiaba
mayores calamidades. ¿No habría separado el Señor a Moisés del
campamento para poder destruirlos totalmente? Pero no se los dejó
sin esperanza. Se levantó la tienda fuera del campamento, pero
Moisés la llamó el “Tabernáculo del Testimonio.” A todos los que
estaban verdaderamente arrepentidos y deseaban volver al Señor,
se les indicó que fueran allá a confesar sus pecados y a solicitar la
[338]
misericordia de Dios.
Cuando volvieron a sus tiendas, Moisés entró en el tabernáculo.
Con ansioso interés el pueblo observó por ver alguna señal de que la
mediación de Moisés en su favor era aceptada. Si Dios condescen-
diese a reunirse con él, habría esperanza de que no serían totalmente
destruídos. Cuando la columna de nube descendió y se posó a la