Página 293 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La idolatría en el Sinaí
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taron por perdonarle la vida a Caín. Por obra de la misericordia de
Dios sufrieron miles de personas para evitar la necesidad de castigar
a millones. Para salvar a muchos había que castigar a los pocos.
Además, como el pueblo había despreciado su lealtad a Dios,
había perdido la protección divina, y privada de su defensa, toda la
nación quedaba expuesta a los ataques de sus enemigos. Si el mal no
se hubiera eliminado rápidamente, pronto habrían sucumbido todos,
víctimas de sus muchos y poderosos enemigos. Fué necesario para
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el bien de Israel mismo y para dar una lección a las generaciones
venideras, que el crimen fuese castigado prontamente. Y no fué me-
nos misericordioso para los pecadores mismos que se los detuviera
a tiempo en su pecaminoso derrotero. Si se les hubiese perdonado la
vida, el mismo espíritu que los llevó a la rebelión contra Dios se hu-
biera manifestado en forma de odio y discordia entre ellos mismos,
y por fin se habrían destruído el uno al otro. Fué por amor al mundo,
por amor a Israel, y aun por amor a los transgresores mismos, por lo
que el crimen se castigó con rápida y terrible severidad.
Cuando el pueblo reaccionó y comprendió la enormidad de su
culpa, el terror se apoderó de todo el campamento. Se temió que
todos los transgresores fuesen exterminados. Compadecido por la
angustia del pueblo, Moisés prometió suplicar a Dios una vez más
por ellos.
Moisés dijo al pueblo: “Vosotros habéis cometido un gran pe-
cado; mas yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de
vuestro pecado.” Fué, y en su confesión ante Dios dijo: “Ruégote,
pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron
dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de
tu libro que has escrito.” La contestación fué: “Al que pecare contra
mí, a éste raeré yo de mi libro. Ve pues ahora, lleva a este pueblo
donde te he dicho: he aquí mi ángel irá delante de ti; que en el día
de mi visitación yo visitaré en ellos su pecado.”
En la súplica de Moisés, se dirige nuestra atención a los registros
celestiales en los cuales están inscritos los nombres de todos los
seres humanos; y sus acciones, sean buenas o malas, se anotan
minuciosamente. El libro de la vida contiene los nombres de todos
los que entraron alguna vez en el servicio de Dios. Si alguno de
éstos se aparta de él y mediante una obstinada insistencia en el
pecado se endurece finalmente contra las influencias del Espíritu