Página 304 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
El gran rebelde había tramado destruir a Israel, y así frustrar los
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propósitos de Dios. Pero otra vez fué derrotado. A pesar de ser tan
pecadores, los israelitas no fueron destruídos. En tanto que los que se
habían puesto tercamente del lado de Satanás fueron eliminados, los
humildes y los arrepentidos fueron perdonados bondadosamente. La
historia de este pecado iba a destacarse como un testimonio perpetuo
de la culpa y el castigo de la idolatría, y de la justicia y longanimidad
de Dios.
Todo el universo presenció las escenas del Sinaí. En la actuación
de las dos administraciones se vió el contraste entre el gobierno
de Dios y el de Satanás. Otra vez los inmaculados habitantes de
los otros mundos volvieron a ver los resultados de la apostasía de
Satanás, y la clase de gobierno que él habría establecido en el cielo,
si se le hubiera dejado dominar.
Al hacer que los hombres violaran el segundo mandamiento,
Satanás se propuso degradar el concepto que tenían del Ser divino.
Anulando el cuarto mandamiento, les haría olvidar completamente
a Dios. El hecho de que Dios demande reverencia y adoración por
sobre los dioses paganos se funda en que él es el Creador, y que
todas las demás criaturas le deben a él su existencia. Así lo presenta
la Biblia. Dice el profeta Jeremías: “Jehová Dios es la verdad; él es
Dios vivo y Rey eterno: ... los dioses que no hicieron los cielos ni la
tierra, perezcan de la tierra y de debajo de estos cielos. El que hizo la
tierra con su potencia, el que puso en orden el mundo con su saber, y
extendió los cielos con su prudencia.... Todo hombre se embrutece y
le falta ciencia; avergüéncese de su vaciadizo todo fundidor; porque
mentira es su obra de fundición, y no hay espíritu en ellos; vanidad
son, obras de escarnios: en el tiempo de su visitación perecerán. No
es como ellos la suerte de Jacob: porque él es el Hacedor de todo.”
Jeremías 10:10-16
.
El sábado, como recordatorio del poder creador de Dios, le señala
a él como Hacedor de los cielos y de la tierra. Por lo tanto, es un
testimonio perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza,
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su sabiduría y su amor. Si el sábado se hubiera santificado siempre,
jamás habría podido haber ateos ni idólatras.
La institución del sábado, que tiene su origen en el Edén, es tan
antigua como el mundo mismo. Ese día fué observado por todos los
patriarcas, desde la creación en adelante. Durante su servidumbre