El pecado de Nadab y Abiú
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al monte, hayan gozado de la comunión con Dios y hayan morado
en la luz de su gloria, no deben lisonjearse de que pueden después
pecar impunemente; no deben creer que porque fueron así honrados,
Dios no castigará estrictamente su iniquidad. Este es un engaño fatal.
La gran luz y los privilegios otorgados demandan reciprocidad, que
debe manifestarse en una virtud y santidad correspondientes a la
luz recibida. Dios no aceptará nada menos que esto. Las grandes
bendiciones o privilegios no debieran adormecer a los hombres en la
seguridad o la negligencia. Nunca debieran dar licencia para pecar,
ni debieran creer los favorecidos que Dios no será estricto con ellos.
Todas las ventajas que Dios concede son medios suyos para dar
ardor al espíritu, celo al esfuerzo y vigor en el cumplimiento de su
santa voluntad.
En su juventud, Nadab y Abiú no habían sido educados para
que desarrollaran hábitos de dominio propio. La disposición indul-
gente del padre, su falta de firmeza en lo recto, le habían llevado a
descuidar la disciplina de sus hijos. Les había permitido seguir sus
propias inclinaciones. Los hábitos de complacencia propia, practica-
dos durante mucho tiempo, los dominaban de tal manera que ni la
responsabilidad del cargo más sagrado tenía poder para romperlos.
No se les había enseñado a respetar la autoridad de su padre, y por
eso no comprendían la necesidad de ser estrictos en su obediencia a
los requisitos de Dios. La equivocada indulgencia de Aarón respecto
a sus hijos, preparó a éstos para que fueran objeto del castigo divino.
Dios quiso enseñar al pueblo que debía acercarse a él con toda
reverencia y veneración y exactamente como él indicaba. El Señor
no puede aceptar una obediencia parcial. No bastaba que en el so-
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lemne tiempo del culto
casi
todo se hiciera como él había ordenado.
Dios ha pronunciado una maldición sobre los que se alejan de sus
mandamientos y no establecen diferencia entre las cosas comunes y
las santas. Declara por medio del profeta: “¡Ay de los que a lo malo
dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de
las tinieblas luz! ... ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de los que son
prudentes delante de sí mismos! ... ¡Los que dan por justo al impío
por cohechos, y al justo quitan su justicia! ... porque desecharon la
ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de
Israel.”
Isaías 5:20-24
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