Capítulo 32—La ley y los dos pactos
Cuando Adán y Eva fueron creados recibieron el conocimiento
de la ley de Dios; conocieron los derechos que la ley tenía sobre
ellos; sus preceptos estaban escritos en sus corazones. Cuando el
hombre cayó a causa de su transgresión, la ley no fué cambiada, sino
que se estableció un sistema de redención para hacerle volver a la
obediencia. Se le dió la promesa de un Salvador, y se establecieron
sacrificios que dirigían sus pensamientos hacia el futuro, hacia la
muerte de Cristo como supremo sacrificio. Si nunca se hubiera vio-
lado la ley de Dios, no habría habido muerte ni se habría necesitado
un Salvador, ni tampoco sacrificios.
Adán enseñó a sus descendientes la ley de Dios, y así fué trans-
mitida de padres a hijos durante las siguientes generaciones. No
obstante las medidas bondadosamente tomadas para la redención
del hombre, pocos la aceptaron y prestaron obediencia. Debido a
la transgresión, el mundo se envileció tanto que fué menester lim-
piarlo de su corrupción mediante el diluvio. La ley fué preservada
por Noé y su familia, y Noé enseñó los diez mandamientos a sus
descendientes. Cuando los hombres se apartaron nuevamente de
Dios, el Señor eligió a Abrahán, de quien declaró: “Oyó Abraham
mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos, y
mis leyes.”
Génesis 26:5
. Le dió el rito de la circuncisión, como
señal de que quienes lo recibían eran dedicados al servicio de Dios,
y prometían permanecer separados de la idolatría y obedecer la ley
de Dios. La falta de voluntad para cumplir esta promesa, que los
descendientes de Abrahán evidenciaron en su tendencia a formar
alianzas con los paganos y adoptar sus prácticas, fué la causa de su
estada y servidumbre en Egipto. Pero en su relación con los idólatras
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y su forzada sumisión a los egipcios, los israelitas corrompieron aun
más su conocimiento de los preceptos divinos al mezclarlos con las
crueles y viles enseñanzas del paganismo. Por lo tanto, cuando los
sacó de Egipto, el Señor descendió sobre el Sinaí, envuelto en gloria
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