Página 338 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
de la justicia, se apartara del mundo al punto de no poder ejercer
influencia alguna sobre él.
Como su Maestro, los seguidores de Cristo debían ser en todas
las edades la luz del mundo. El Salvador dijo: “Una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara
y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra a
todos los que están en casa;” es decir, en el mundo. Y agrega: “Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Mateo 5:14-16
. Esto es exactamente lo que hicieron Enoc, Noé,
Abrahán, José y Moisés. Y es precisamente lo que Dios quería que
hiciera su pueblo Israel.
Fué su propio corazón malo e incrédulo, dominado por Satanás,
lo que los llevó a ocultar su luz en vez de irradiarla sobre los pueblos
circunvecinos; fué ese mismo espíritu fanático lo que les hizo seguir
las prácticas inicuas de los paganos, o encerrarse en un orgulloso ex-
clusivismo, como si el amor y el cuidado de Dios fuesen únicamente
para ellos.
Así como la Biblia presenta dos leyes, una inmutable y eterna,
la otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El
pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el
Edén, cuando después de la caída se dió la promesa divina de que la
simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto
puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la
gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo.
También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios.
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Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.
Este mismo pacto le fué renovado a Abrahán en la promesa: “En
tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra.”
Génesis
22:18
. Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la
entendió Abrahán. (Véase
Gálatas 3:8, 16
), y confió en Cristo para
obtener el perdón de sus pecados. Fué esta fe la que se le contó
como justicia. El pacto con Abrahán también mantuvo la autoridad
de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios
Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto.” El testimonio de
Dios respecto a su siervo fiel fué: “Oyó Abraham mi voz, y guardó
mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes,” y el
Señor le declaró: “Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente