Página 368 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
un viaje apacible y próspero; en vez de errar de acá para allá en el
desierto, procederían inmediatamente a la tierra prometida.
En esta obra de desafecto reinó entre los elementos discordantes
de la congregación mayor unión y armonía que en cualquier momen-
to anterior. El éxito de Coré con el pueblo aumentó su confianza, y
confirmó su creencia de que si no se la reprimía, la usurpación de
la autoridad por Moisés resultaría fatal para las libertades de Israel;
también alegaba que Dios le había revelado el asunto, y le había
autorizado para cambiar el gobierno antes de que fuese demasiado
tarde. Pero muchos no estaban dispuestos a aceptar las acusaciones
de Coré contra Moisés. Recordaban la paciencia y las labores ab-
negadas de éste último y el recuerdo perturbaba su conciencia. Fué
menester, en consecuencia, atribuir a algún motivo egoísta el pro-
fundo interés de Moisés por Israel; y se reiteró la vieja imputación
de que los había sacado a perecer en el desierto a fin de apoderarse
de sus bienes.
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Por algún tiempo esta obra se llevó adelante secretamente. No
obstante, tan pronto como el movimiento hubo adquirido suficiente
fuerza como para permitir una franca ruptura, Coré se presentó a
la cabeza de la facción, y públicamente acusó a Moisés y Aarón de
usurpar una autoridad que Coré y sus asociados tenían derecho a
compartir. Alegó, además, que el pueblo había sido privado de su
libertad y de su independencia. “¡Mucho os arrogáis—dijeron los
conspiradores,—ya que toda la Congregación, cada individuo de
ella, es santo, y Jehová está en medio de ellos! ¿por qué pues os
ensalzáis sobre la Asamblea de Jehová?”
Números 16:3 (VM)
.
Moisés no había sospechado la existencia de tan arraigada maqui-
nación y cuando comprendió su terrible significado, cayó postrado
sobre su rostro en muda y fervorosa súplica a Dios. Se levantó en-
tristecido, pero sereno y fuerte. Había recibido instrucciones divinas.
“Mañana—dijo—mostrará Jehová quien es suyo, y al santo harálo
llegar a sí; y al que él escogiere, él lo allegará a sí.” Véase
Números
16
. La prueba había de postergarse hasta el día siguiente, a fin de
dar a todos tiempo para reflexionar. Entonces los que aspiraban al
sacerdocio habían de venir cada uno con un incensario y ofrecer
incienso en el tabernáculo en presencia de la congregación. La ley
decía explícitamente que sólo los que habían sido ordenados para el
oficio sagrado debían oficiar en el santuario. Y aun los sacerdotes,