Página 369 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La rebelión de Coré
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Nadab y Abiú, habían perecido por haber despreciado el mandamien-
to divino y ofrecido “fuego extraño.” No obstante, Moisés desafió a
sus acusadores a que refirieran el asunto a Dios, si osaban hacer una
apelación tan peligrosa.
Hablando directamente a Coré y a sus coasociados levitas, Moi-
sés dijo: “¿Os es poco que el Dios de Israel os haya apartado de la
congregación de Israel, haciéndoos allegar a sí para que ministraseis
en el servicio del tabernáculo de Jehová, y estuvieseis delante de la
congregación para ministrarles? ¿Y que te hizo acercar a ti, y a todos
tus hermanos los hijos de Leví contigo; para que procuréis también
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el sacerdocio? Por tanto, tú y todo tu séquito sois los que os juntáis
contra Jehová: pues Aarón, ¿qué es para que contra él murmuréis?”
Datán y Abiram no habían asumido una actitud tan atrevida co-
mo la asumida por Coré; y Moisés, movido por la esperanza de que
se hubieran dejado atraer por la conspiración sin haberse corrompido
totalmente, los llamó a comparecer ante él, para oír las acusaciones
que ellos tenían contra él. Pero no quisieron acudir, e insolentemente
se negaron a reconocer su autoridad. Su contestación, pronunciada a
oídos de la congregación, fué: “¿Es poco que nos hayas hecho venir
de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el de-
sierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente?
Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni
nos has dado heredades de tierras y viñas; ¿has de arrancar los ojos
de estos hombres? No subiremos.”
Así aplicaron al escenario de su esclavitud las mismas palabras
con que el Señor había descrito la herencia prometida. Acusaron a
Moisés de simular estar actuando bajo la dirección divina para afian-
zar su autoridad; y declararon que ya no se someterían a ser dirigidos
como ciegos, primero hacia Canaán, y luego hacia el desierto, como
mejor convenía a sus propósitos ambiciosos. Así se le atribuyó al
que había sido como un padre tierno y paciente pastor, el negrísimo
carácter de tirano y usurpador. Se le imputó la exclusión de Canaán,
que el pueblo sufriera como castigo de sus propios pecados.
Era evidente que el pueblo simpatizaba con el partido desafecto;
pero Moisés no hizo esfuerzo alguno para justificarse. En presencia
de la congregación, apeló solemnemente a Dios como testigo de la
pureza de sus motivos y la rectitud de su conducta, y le imploró que
lo juzgase.