Página 370 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Al día siguiente, los doscientos cincuenta príncipes, encabezados
por Coré, se presentaron con sus incensarios. Se los hizo entrar en
el atrio del tabernáculo, mientras el pueblo se reunía afuera, para
esperar el resultado. No fué Moisés quien reunió la congregación
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para presenciar la derrota de Coré y su compañía, sino que los
rebeldes, en su presunción ciega, la convocaron para que todos
fuesen testigos de su victoria. Gran parte de la congregación se
puso abiertamente de parte de Coré, cuyas esperanzas de realizar su
propósito contra Aarón eran grandes.
Cuando estaban todos así reunidos delante de Dios, “la gloria de
Jehová apareció a toda la congregación.” Moisés y Aarón recibieron
esta divina advertencia: “Apartaos de entre esta congregación, y
consumirlos he en un momento.” Pero ellos se postraron de hinojos
y rogaron: “Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un
hombre el que pecó? ¿y airarte has tú contra toda la congregación?”
Coré se había retirado de la asamblea, para unirse a Datán y
a Abiram, cuando Moisés, acompañado por los setenta ancianos,
bajó para dar la última advertencia a los hombres que se habían
negado a comparecer ante él. Como multitudes los seguían, antes
de pronunciar su mensaje, Moisés ordenó al pueblo por instrucción
divina: “Apartaos ahora de las tiendas de estos impíos hombres,
y no toquéis ninguna cosa suya, porque no perezcáis en todos sus
pecados.” La advertencia fué obedecida, porque se apoderó de todos
la aprensión de que iba a caer un castigo. Los rebeldes principales se
vieron abandonados por aquellos a quienes habían engañado, pero
su osadía no disminuyó. Se quedaron de pie con sus familias a las
puertas de sus tiendas, como desafiando la advertencia divina.
Entonces Moisés declaró, en el nombre del Dios de Israel, a
oídos de la congregación: “En esto conoceréis que Jehová me ha
enviado para que hiciese todas estas cosas; que no de mi corazón
las hice. Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si
fueren ellos visitados a la manera de todos los hombres, Jehová no
me envió. Mas si Jehová hiciese una nueva cosa, y la tierra abriere
su boca, y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al
abismo, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.”
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De pie, llenos de terror y expectación, en espera del aconte-
cimiento, todos los israelitas fijaron los ojos en Moisés. Cuando
terminó de hablar, la tierra sólida se partió, y los rebeldes cayeron