Página 372 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
alabanza reemplazaría a la reprensión, y el ocio y el bienestar a la
ansiedad y la lucha. Los hombres que acababan de perecer habían
pronunciado palabras de adulación, y habían profesado gran interés
y amor por ellos, de modo que el pueblo concluyó que Coré y sus
compañeros debieron ser buenos hombres, cuya destrucción Moisés
había ocasionado por alguno u otro medio.
Es casi imposible a los hombres infligir a Dios mayor insulto
que el que consiste en menospreciar y rechazar los instrumentos
que él quiere emplear para salvarlos. No sólo habían hecho esto los
israelitas, sino que hasta se habían propuesto dar muerte a Moisés y
a Aarón. No obstante, no se percataban de la necesidad que tenían
de pedir perdón a Dios por su grave pecado. No dedicaron aquella
noche de gracia al arrepentimiento y la confesión, sino a idear alguna
manera de resistir a las pruebas de que eran los mayores de los
pecadores. Seguían albergando odio contra los hombres designados
por Dios, y se preparaban para resistir la autoridad de ellos. Satanás
estaba allí para pervertir su juicio, y llevarlos con los ojos vendados
a la destrucción.
Todo Israel había huído alarmado cuando oyó el clamor de los
pecadores condenados que descendían al abismo, y dijo: “No nos
trague también la tierra.” Pero al “día siguiente toda la congregación
de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo:
Vosotros habéis muerto al pueblo de Jehová.” Y estaba a punto de
hacer violencia a sus fieles y abnegados jefes.
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Se vió una manifestación de la gloria divina en la nube sobre
el tabernáculo y salió de la nube una voz que habló a Moisés y a
Aarón, diciendo: “Apartaos de en medio de esta congregación, y
consumirélos en un momento.”
No había culpabilidad de pecado en Moisés. Por tanto, no te-
mió ni se apresuró a irse para dejar que la congregación pereciera.
Moisés se demoró y con ello manifestó en esta temible crisis el
verdadero interés del pastor por el rebaño confiado a su cuidado.
Rogó para que la ira de Dios no destruyera totalmente al pueblo
por él escogido. Su intercesión impidió que el brazo de la venganza
acabara completamente con el desobediente y rebelde pueblo de
Israel.
Pero el ángel de la ira había salido; la plaga estaba haciendo su
obra de exterminio. Atendiendo a la orden de su hermano, Aarón to-