Página 408 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
La primera vez que se prepararon para entrar en Canaán eran
menos que ahora las dificultades que acompañaban la empresa. Dios
había prometido a su pueblo que si le obedecía y oía su voz, iría
delante de él y pelearía por él; y que también enviaría avispones para
ahuyentar a los habitantes de la tierra. En general, los temores de
las naciones no se habían despertado, y ellas habían hecho pocos
preparativos para oponerse al progreso de Israel. Pero cuando el Se-
ñor le ordenó ahora que avanzara lo tuvo que hacer contra enemigos
poderosos y alertados, de modo que hubo de luchar con ejércitos
grandes y bien preparados para oponerse a su paso.
En sus luchas con Og y Sehón, el pueblo se vió sometido a la
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misma prueba bajo la cual sus padres habían fracasado tan señala-
damente. Pero la prueba era ahora mucho más severa que cuando
Dios ordenó a los hijos de Israel que avanzaran. Las dificultades
del camino habían aumentado desde que ellos rehusaron avanzar
cuando se les mandó hacerlo en el nombre del Señor. Es así cómo
Dios prueba aun ahora a sus hijos. Si no soportan la prueba, los
lleva al mismo punto, y la segunda vez la prueba será más estrecha y
severa que la anterior. Esto continúa hasta que soportan la prueba, o,
si todavía son rebeldes, Dios les retira su luz, y los deja en tinieblas.
Los hebreos recordaban ahora cómo anteriormente, cuando sus
fuerzas habían salido a luchar, fueron derrotadas y miles perecieron.
Pero en aquel entonces habían salido a luchar en abierta oposición al
mandamiento de Dios. Habían salido sin Moisés, el jefe nombrado
por Dios, sin la columna de nube, símbolo de la presencia divina,
y sin el arca. Pero ahora Moisés estaba con ellos, y fortalecía sus
corazones con palabras de esperanza y fe; el Hijo de Dios, rodeado
por la columna de nube, les mostraba el camino; y el arca santa
acompañaba al ejército. Todo esto encierra una lección para noso-
tros. El poderoso Dios de Israel es nuestro Dios. En él podemos
confiar, y si obedecemos sus requerimientos, obrará por nosotros
tan señaladamente como lo hizo por su antiguo pueblo. Todo el
que procure seguir el camino del deber se verá a veces asaltado por
la duda e incredulidad. El camino estará a veces tan obstruído por
obstáculos aparentemente insuperables, que ello podrá descorazonar
a los que cedan al desaliento; pero Dios les dice: Seguid adelante.
Cumplid vuestro deber cueste lo que costare. Las dificultades de
aspecto tan formidable, que llenan vuestra alma de espanto, se des-