Página 411 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Balaam
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Los embajadores emprendieron en seguida su largo viaje a través
de las montañas y los desiertos hacia Mesopotamia; al encontrar a
Balaam, le entregaron el mensaje de su rey: “Un pueblo ha salido de
Egipto, y he aquí que cubre la haz de la tierra, y habita delante de
mí: ven pues ahora, te ruego, maldíceme este pueblo, porque es más
fuerte que yo: quizá podré yo herirlo, y echarlo de la tierra: que yo
sé que el que tú bendijeres, será bendito, y el que tú maldijeres, será
maldito.”
Balaam había sido una vez hombre bueno y profeta de Dios; pero
había apostatado, y se había entregado a la avaricia; no obstante,
aun profesaba servir fielmente al Altísimo. No ignoraba la obra de
Dios en favor de Israel; y cuando los mensajeros le dieron su recado,
sabía muy bien que debía rehusar los presentes de Balac, y despedir
a los embajadores. Pero se aventuró a jugar con la tentación, pidió
a los mensajeros que se quedaran aquella noche con él, y les dijo
que no podía darles una contestación decisiva antes de consultar al
Señor. Balaam sabía que su maldición no podía perjudicar en manera
alguna a los israelitas. Dios estaba de parte de ellos; y siempre que
le fuesen fieles, ningún poder terrenal o infernal adverso podría
prevalecer contra ellos. Pero halagaron su orgullo las palabras de los
embajadores: “El que tú bendijeres, será bendito, y el que maldijeres,
será maldito.” El soborno de los regalos costosos y de la exaltación
en perspectiva excitaron su codicia. Avidamente aceptó los tesoros
ofrecidos, y luego, aunque profesando obedecer estrictamente a la
voluntad de Dios, trató de cumplir los deseos de Balac.
Durante la noche el ángel de Dios vino a Balaam con el mensaje:
“No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo; porque es bendito.”
Por la mañana, Balaam de mala gana despidió a los mensajeros;
pero no les dijo lo que había dicho el Señor. Airado porque sus
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deseos de lucro y de honores habían sido repentinamente frustrados,
exclamó con petulancia: “Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no
me quiere dejar ir con vosotros.”
Balaam “amó el premio de la maldad.”
2 Pedro 2:15
. El pecado
de la avaricia que, según la declaración divina, es idolatría, le hacía
buscar ventajas temporales, y por ese solo defecto, Satanás llegó a
dominarlo por completo. Esto ocasionó su ruina. El tentador ofrece
siempre ganancia y honores mundanos para apartar a los hombres
del servicio de Dios. Les dice que sus escrúpulos excesivos les