Página 415 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Balaam
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o dejarlos sufrir por negligencia. El que creó al hombre también
creó a los animales inferiores, y extiende “sus misericordias sobre
todas sus obras.”
Salmos 145:9
. Los animales fueron creados para
servir al hombre, pero éste no tiene derecho a imponerles mal trato
o exigencias crueles.
[473]
A causa del pecado del hombre, “la creación entera gime junta-
mente con nosotros, y a una está en dolores de parto hasta ahora.”
Romanos 8:22 (VM)
. Así cayeron los sufrimientos y la muerte no
solamente sobre la raza humana, sino también sobre los animales.
Le incumbe pues al hombre tratar de aligerar, en vez de aumentar, el
peso del padecimiento que su transgresión ha impuesto a los seres
creados por Dios. El que abusa de los animales porque los tiene en
su poder, es un cobarde y un tirano. La tendencia a causar dolor, ya
sea a nuestros semejantes o a los animales irracionales, es satánica.
Muchos creen que nunca será conocida su crueldad, porque las po-
bres bestias no la pueden revelar. Pero si los ojos de esos hombres
pudiesen abrirse como se abrieron los de Balaam, verían a un ángel
de Dios de pie como testigo, para testificar contra ellos en las cortes
celestiales. Asciende al cielo un registro, y vendrá el día cuando el
juicio se pronunciará contra los que abusan de los seres creados por
Dios.
Cuando vió al mensajero de Dios, Balaam exclamó aterrorizado:
“He pecado, que no sabía que tú te ponías delante de mí en el camino;
mas ahora, si te parece mal, yo me volveré.” El Señor le permitió
proseguir su viaje, pero le dió a entender que sus palabras serían
controladas por el poder divino. Dios quería dar a Moab evidencia
de que los hebreos estaban bajo la custodia del Cielo; y lo hizo en
forma eficaz cuando les demostró cuán imposible era para Balaam
pronunciar una maldición contra ellos sin el permiso divino.
El rey de Moab, informado de que Balaam se acercaba, salió
con un gran séquito hasta los confines de su reino, para recibirle.
Cuando expresó su asombro por la tardanza de Balaam, en vista
de las ricas recompensas que le esperaban, el profeta le dió esta
contestación: “He aquí yo he venido a ti: mas ¿podré ahora hablar
alguna cosa? La palabra que Dios pusiere en mi boca, ésa hablaré.”
Balaam lamentaba que se le hubiese impuesto esta restricción; temía
que sus fines no pudieran cumplirse porque el poder del Señor le
dominaba.
[474]