Página 419 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Balaam
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Ni hijo de hombre para que se arrepienta:
El dijo, ¿y no hará?;
Habló, ¿y no lo ejecutará?
He aquí, yo he tomado bendición:
Y él bendijo, y no podré revocarla.
No ha notado iniquidad en Jacob,
Ni ha visto perversidad en Israel:
Jehová su Dios es con él,
Y júbilo de rey en él.”
Embargado por el temor reverente que le inspiraban estas reve-
laciones, Balaam exclamó: “No hay hechizo contra Israel, ni hay
adivinación contra Israel.”
Números 23:23 (VM)
. Conforme al deseo
de los moabitas, el gran mago había probado el poder de su encanta-
miento; pero precisamente con respecto a esta ocasión se iba a decir
de los hijos de Israel: “¡Lo que ha hecho Dios!” Mientras estuvieran
bajo la protección divina, ningún pueblo o nación, aunque fuese au-
xiliado por todo el poder de Satanás, podría prevalecer contra ellos.
El mundo entero iba a maravillarse de la obra asombrosa de Dios en
favor de su pueblo, a saber, que un hombre empeñado en seguir una
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conducta pecaminosa fuese de tal manera dominado por el poder
divino que se viese obligado a pronunciar, en vez de imprecaciones,
las más ricas y las más preciosas promesas en el lenguaje sublime y
fogoso de la poesía. Y el favor que en esa ocasión Dios concedió a
Israel había de ser garantía de su cuidado protector hacia sus hijos
obedientes y fieles en todas las edades. Cuando Satanás indujese a
los impíos a que calumniaran, maltrataran y exterminaran al pueblo
de Dios, este mismo suceso les sería recordado y fortalecería su
ánimo y fe en Dios.
El rey de Moab, desalentado y angustiado, exclamó: “Ya que
no lo maldices, ni tampoco lo bendigas.” No obstante, subsistía una
débil esperanza en su corazón, y decidió hacer otra prueba. Condujo
a Balaam al monte Peor, donde había un templo dedicado al culto
licencioso de Baal, su dios. Allí se erigió el mismo número de altares
que antes, y el mismo número de sacrificios fueron ofrecidos; pero
Balaam no se apartó solo como en las otras ocasiones, para averiguar
la voluntad de Dios. No pretendió hacer hechicería alguna, sino que,
de pie al lado de los altares, miró a lo lejos a las tiendas de Israel.