Página 424 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Capítulo 41—La apostasía a orillas del Jordán
Este capítulo está basado en Números 25.
Las victoriosas fuerzas de Israel habían vuelto de Basán con
corazones alborozados y con renovada fe en Dios. Habían logrado la
posesión de un territorio de valor, y estaban seguras de la inmediata
conquista de Canaán. Solamente el río Jordán mediaba entre ellas
y la tierra prometida. Al otro lado del río había una rica llanura,
cubierta de verdor, regada por arroyos provenientes de manantiales
copiosos, y sombreada por palmeras exuberantes. En el límite occi-
dental de la planicie se destacaban las torres y los palacios de Jericó,
tan enclaustrada entre sus palmeras que se la llamaba “la ciudad de
las palmeras.”
En el lado oriental del Jordán, entre el río y la alta meseta que
Israel había atravesado, había también una planicie de varios kilóme-
tros de anchura, y que se extendía por alguna distancia a lo largo del
río. Este valle abrigado tenía clima tropical; y florecía allí el árbol
de Sittim, o acacia, por lo que se le daba a la planicie el nombre de
“valle de Sittim.” En él acamparon los israelitas, y los bosques de
acacias que había junto al río les proporcionaron agradable retiro.
Pero en este ambiente atractivo iban a encontrar un mal más
mortífero que poderosos ejércitos de hombres armados o las fieras
del desierto. Ese territorio, tan rico en ventajas naturales, había sido
contaminado por sus habitantes. En el culto público de Baal, la
divinidad principal, se practicaban constantemente las escenas más
degradantes e inicuas. Por doquiera se encontraban lugares notorios
por su idolatría y su libertinaje, cuyos nombres mismos sugerían la
vileza y la corrupción del pueblo.
Este ambiente ejerció una influencia corruptora sobre los israe-
litas. La mente de ellos se familiarizó con los pensamientos viles
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que les eran sugeridos constantemente; la vida cómoda e inactiva
produjo sus efectos desmoralizadores; y casi inconscientemente, se
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