Página 453 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El cruce del Jordán
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del río fueron predichas minuciosamente; y Josué dijo: “En esto
conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que
él echará de delante de vosotros al Cananeo.... He aquí, el arca del
pacto del Señoreador de toda la tierra pasa el Jordán delante de
vosotros.”
A la hora señalada comenzó el avance. El arca, llevada en hom-
bros de los sacerdotes, encabezaba la vanguardia. Se le había orde-
nado al pueblo que se retrasara un poco, de manera que había un
espacio de más de media milla entre ellos y el arca. Todos obser-
varon con profundo interés cómo los sacerdotes bajaban hacia la
orilla del Jordán. Los vieron avanzar firmemente con el arca santa en
dirección a la corriente airada y turbulenta, hasta que los pies de los
portadores del arca tocaron el agua. Entonces, las aguas que venían
de arriba fueron rechazadas de repente, mientras que las de abajo
siguieron su curso, y se vació el lecho del río.
Obedeciendo el mandamiento divino, los sacerdotes avanzaron
hacia el centro del cauce, y se quedaron detenidos allí, mientras todo
el ejército descendía y cruzaba al otro lado. Así se grabó en la mente
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de todo Israel el hecho de que el poder que había contenido las aguas
del Jordán, era el mismo que había abierto el mar Rojo para sus
padres cuarenta años antes. Cuando todo el pueblo hubo pasado, se
llevó el arca a la orilla occidental. En cuanto llegó a un sitio seguro,
y “las plantas de los pies de los sacerdotes estuvieron en seco,” las
aguas aprisionadas, quedando libres, se precipitaron hacia abajo por
el cauce natural del río en un torrente irresistible.
Las generaciones venideras no debían carecer de testimonio con
referencia a este gran milagro. Mientras los sacerdotes que llevaban
el arca estaban aún en medio del Jordán, doce hombres escogidos
con anticipación, uno de cada tribu, se encargaron de tomar cada
uno una piedra del cauce del río donde estaban los sacerdotes, y las
llevaron a la orilla occidental. Estas piedras habían de acomodarse
en forma de monumento en el primer sitio donde acampara Israel
después de cruzar el río. El pueblo recibió la orden de repetir a
sus hijos y a los hijos de sus hijos la historia del libramiento que
Dios había obrado en su favor, como dijo Josué: “Para que todos los
pueblos de la tierra conozcan la mano de Jehová, que es fuerte; para
que temáis a Jehová vuestro Dios todos los días.”