Página 463 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La caída de Jericó
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La sentencia fué pronunciada y ejecutada inmediatamente. “¿Por
qué nos has turbado?—dijo Josué.—Túrbete Jehová en este día.”
Como el pueblo había sido hecho responsable del pecado de Acán
y había sufrido en consecuencia, debía ahora, por medio de sus
representantes, tomar parte en el castigo. “Y todo Israel le mató a
pedradas.” (V.M.)
Después se levantó sobre él un enorme montón de piedras, como
testimonio del pecado y su castigo. “Por esto fué llamado aquel lugar
el Valle de Acor,” lo que quiere decir “turbación.” En el libro de las
Crónicas se asentó así su recuerdo: “Acar, el perturbador de Israel.”
1 Crónicas 2:7 (VM)
.
Acán cometió su pecado en desafío de las advertencias más
directas y solemnes y de las manifestaciones más poderosas de la
omnipotencia de Dios. Se había proclamado a todo Israel: “Guardaos
vosotros del anatema, ... porque no hagáis anatema el campo de
Israel.” Se le dió este mandamiento inmediatamente después del
milagroso cruce del Jordán, después que el pacto de Dios fuera
reconocido mediante la circuncisión del pueblo, y después que se
observara la pascua y apareciera el Angel del pacto, el Capitán de
la hueste del Señor. Se había producido luego la caída de Jericó,
evidencia de la destrucción que sobrevendrá infaliblemente a todos
los transgresores de la ley de Dios. El hecho de que el poder divino
era lo único que había dado la victoria a Israel y éste no había
alcanzado, por lo tanto, la posesión de Jericó por sus propias fuerzas,
daba un peso solemne al mandamiento que prohibía tomar despojos.
Por el poder de su palabra, Dios había derrocado esta fortaleza; la
conquista era suya, y sólo a él debía dedicarse la ciudad con todo lo
que contenía.
Entre los millones de Israel, sólo hubo un hombre que, en aquella
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hora solemne de triunfo y castigo, osó violar el mandamiento de
Dios. La vista de aquel costoso manto babilónico despertó la codicia
de Acán; y aun frente a la muerte que por su causa arrostraba, lo
llamó “manto babilónico
muy bueno.”
Un pecado le había llevado a
cometer otro, y se adueñó del oro y la plata dedicados al tesoro del
Señor; le robó a Dios parte de las primicias de la tierra de Canaán.
El pecado mortal que condujo a Acán a la ruina tuvo su origen
en la codicia, que es, entre todos los pecados, el más común y el
que se considera con más liviandad. Mientras que otros pecados