Página 462 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
La contestación que recibió de Jehová fué: “Levántate; ¿por qué
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te postras así sobre tu rostro? Israel ha ... quebrantado mi pacto
que yo les había mandado.” El momento requería medidas rápidas y
resueltas, y no desesperación y lamentos. Había un pecado secreto
en el campamento, y era preciso buscarlo y eliminarlo antes que la
presencia y la bendición del Señor pudieran acompañar a su pueblo.
“No seré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en
medio de vosotros.”
Uno de los designados para ejecutar los juicios de Dios había
desobedecido su mandamiento y toda la nación era responsable
de la culpa del transgresor: “Pues aun
han
tomado del anatema, y
hasta han hurtado, y también han mentido.” Se le indicó a Josué
cómo había de descubrir y castigar al criminal. Este se había de
determinar por medio de la suerte. No se señaló directamente al
pecador, sino que el asunto permaneció en duda por algún tiempo,
a fin de que el pueblo se percatase de su responsabilidad por los
pecados que existían en su medio, y se sintiese inducido a escudriñar
sus corazones y a humillarse delante de Dios.
Temprano por la mañana Josué reunió al pueblo “por sus tribus,”
y comenzó la solemne e impresionante ceremonia. Paso a paso
proseguía la investigación. La temible prueba se estrechaba cada vez
más. Primero la tribu, luego la familia, después la casa, y por fin se
consideró al hombre, y Acán, hijo de Carmi, de la tribu de Judá, fué
señalado por el dedo de Dios como perturbador de Israel.
Para establecer su culpabilidad en forma indisputable, que no
dejase motivo alguno para pensar que se lo había condenado injusta-
mente, Josué exhortó solemnemente a Acán para que reconociera
la verdad. El miserable culpable hizo una confesión completa de
su falta: “Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de
Israel.... Vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y
doscientos siclos de plata, y un changote de oro de peso de cincuenta
siclos; lo cual codicié, y tomé: y he aquí que está escondido debajo
de tierra en el medio de mi tienda.” Se enviaron en seguida a su
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tienda mensajeros que cavaron la tierra en el sitio indicado, y “he
aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello: y
tomándolo de en medio de la tienda, trajéronlo a Josué y a todos los
hijos de Israel, y pusiéronlo delante de Jehová.”