Página 470 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Satanás procura siempre pervertir lo que Dios ha dicho, a fin
de cegar la mente y obscurecer el entendimiento, y así inducir a los
hombres a pecar. Por esta razón es Dios tan explícito y presenta sus
exigencias con tanta claridad que nadie necesita equivocarse. Dios
procura constantemente atraer a los hombres a sí mismo y ponerlos
bajo su protección, para que Satanás no ejerza sobre ellos su poder
cruel y engañoso. Condescendió a hablarles con su propia voz, y a
escribir con su propia mano los oráculos vivientes. Y estas palabras
bienaventuradas, todas henchidas de vida y luminosas de verdad,
son confiadas a los hombres como una guía perfecta. Debido a que
Satanás está tan listo para arrebatar la mente y apartar los afectos
de las promesas del Señor y sus exigencias, se necesita la mayor
diligencia para grabarlas en la mente y el corazón.
Los maestros religiosos debieran prestar mayor atención a la
obra de instruir al pueblo en los hechos y las lecciones de la historia
bíblica, y asimismo en las advertencias y los requisitos del Señor.
Todas estas cosas deben presentarse en lenguaje sencillo, adaptado
a la comprensión de los niños. Cuidar de que los jóvenes reciban
instrucción en las Escrituras debe ser parte de la obra de los ministros
y de los padres de familia.
Los padres de familia pueden y deben interesar a sus hijos en los
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variados conocimientos que se encuentran en las sagradas páginas.
Pero si quieren interesar a sus hijos e hijas en la Palabra de Dios,
ellos mismos deben sentir interés por ella. Deben familiarizarse con
sus enseñanzas, y así como Dios lo ordenó a Israel, hablar de ellas,
“ora sentado en tu casa, o andando por el camino, cuando te acuestes,
y cuando te levantes.”
Deuteronomio 11:19
. Los que quieran que
sus hijos amen y reverencien a Dios deben hablar de su bondad,
majestad y poder según se revelan en su Palabra y en las obras de la
creación.
Cada capítulo y cada versículo de la Biblia es una comunicación
directa de Dios a los hombres. Debiéramos atar sus preceptos en
nuestras manos como señales y como frontales entre nuestros ojos.
Si se los estudia y obedece, conducirán al pueblo de Dios, como
fueron conducidos los israelitas por la columna de nube durante el
día y la columna de fuego durante la noche.
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