Página 486 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Los representantes del pueblo se reunieron en Silo, y en el aca-
loramiento de su excitación e indignación, propusieron declarar la
guerra en seguida a los transgresores. Sin embargo, gracias a la
influencia de los más cautos, se resolvió mandar primeramente una
delegación para que obtuviera de las dos tribus y media una expli-
cación de su comportamiento. Se escogieron diez príncipes, uno
de cada tribu. Encabezaba esta delegación Phinees, que se había
distinguido por su celo en el asunto de Peor.
Las dos tribus y media habían cometido un error al llevar a cabo,
sin explicación alguna, un acto susceptible de tan graves sospechas.
Los embajadores, dando por sentado que sus hermanos eran culpa-
bles, les dirigieron reproches mordaces. Los acusaron de rebelarse
contra Dios, y los invitaron a recordar cómo habían caído castigos
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sobre Israel por haberse juntado con Baal-peor. En nombre de todo
Israel, Phinees manifestó a los hijos de Gad y de Rubén que si no
querían vivir en aquella tierra sin altar para el sacrificio, se les daba
la bienvenida para que participaran en los bienes y privilegios de sus
hermanos al otro lado del río.
En contestación, los acusados explicaron que el altar que habían
erigido no era para ofrecer sacrificios, sino sencillamente para atesti-
guar que, a pesar de estar separados por el río, tenían la misma fe que
sus hermanos de Canaán. Habían temido que en algún tiempo futuro
podría suceder que sus hijos fuesen excluidos del tabernáculo, como
quienes no tuviesen parte en Israel. Entonces este altar, erigido de
conformidad con el modelo del altar de Jehová en Silo, atestiguaría
que los fundadores y constructores de él adoraban también al Dios
viviente.
Con gran regocijo los embajadores aceptaron esta explicación,
y en seguida se volvieron para llevar las buenas noticias a los que
los habían enviado. Toda idea de guerra fué desechada, y el pueblo
unido se regocijó y alabó a Dios.
Los hijos de Gad y de Rubén grabaron entonces en su altar una
inscripción que indicaba el objeto para el cual había sido erigido; y
dijeron: “Porque es testimonio entre nosotros que Jehová es Dios.”
Así procuraron evitar futuras interpretaciones erróneas y eliminar
cuanto pudiera ser causa de tentación.
¡Cuán a menudo provienen serias dificultades de una simple
interpretación errónea, hasta entre aquellos que son guiados por los