488
Historia de los Patriarcas y Profetas
si escogiera las divinidades por cuyo culto habían sido destruídos
los amorreos!
“Que yo y mi casa—dijo Josué—serviremos a Jehová.” El mismo
santo celo que inspiraba el corazón del jefe se comunicó al pueblo.
Sus exhortaciones le arrancaron esta respuesta espontánea: “Nunca
tal acontezca, que dejemos a Jehová por servir a otros dioses.”
“No podréis servir a Jehová—dijo Josué,—porque él es Dios
santo; ... no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados.” Antes
de que pudiera haber una reforma permanente, era necesario hacerle
sentir al pueblo cuán incapaz de obedecer a Dios era de por sí.
Habían quebrantado su ley; ésta los condenaba como transgresores,
y no les proporcionaba ningún medio de escape. Mientras confiaran
en su propia fuerza y justicia, les era imposible lograr perdón de
sus pecados; no podían satisfacer las exigencias de la perfecta ley
de Dios, y en vano se comprometían a servir a Dios. Sólo por la
fe en Cristo podían alcanzar el perdón de sus pecados, y recibir
fuerza para obedecer la ley de Dios. Debían dejar de depender de
sus propios esfuerzos para salvarse; debían confiar por completo
[563]
en el poder de los méritos del Salvador prometido, si querían ser
aceptados por Dios.
Josué trató de hacer que sus oyentes pesaran muy bien sus pala-
bras, y que desistieran de hacer votos para cuyo cumplimiento no
estaban preparados. Con profundo fervor repitieron esta declara-
ción: “No, antes a Jehová serviremos.” Consintiendo solemnemente
en atestiguar contra sí mismos que habían escogido a Jehová, una
vez más reiteraron su promesa de lealtad: “A Jehová nuestro Dios
serviremos, y a su voz obedeceremos.”
“Entonces Josué hizo alianza con el pueblo el mismo día, y
púsole ordenanzas y leyes en Sichem.” Escribió un relato de este
pacto solemne, y lo puso, con el libro de la ley, al lado del arca.
Erigió una columna conmemorativa y dijo: “He aquí esta piedra
será entre nosotros por testigo, la cual ha oído todas las palabras de
Jehová que él ha hablado con nosotros: será, pues, testigo contra
vosotros, porque no mintáis contra vuestro Dios. Y envió Josué al
pueblo, cada uno a su heredad.”
La obra de Josué en favor de Israel había terminado. Había
cumplido “siguiendo a Jehová,” y en el libro de Dios se lo llamó
“el siervo de Jehová.” El testimonio más noble que se da acerca de