Página 494 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Capítulo 50—Los diezmos y las ofrendas
En la economía hebrea, una décima parte de las rentas del pueblo
se reservaba para sufragar los gastos del culto público de Dios. Por
esto Moisés declaró a Israel: “Todas las décimas de la tierra, así de
la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová son:
es cosa consagrada a Jehová.” “Y toda décima de vacas o de ovejas,
... la décima será consagrada a Jehová.”
Levítico 27:30, 32
.
Pero el origen del sistema de los diezmos es anterior a los he-
breos. Desde los primeros tiempos el Señor exigió el diezmo como
cosa suya; y este requerimiento fué reconocido y cumplido. Abrahán
pagó diezmos a Melquisedec, sumo sacerdote del Altísimo.
Génesis
14:20
. Pasando por Bethel, desterrado y fugitivo, Jacob prometió al
Señor: “De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti.”
Génesis 28:22
. Cuando los israelitas estaban por establecerse como
nación, la ley del diezmo fué confirmada, como uno de los estatutos
ordenados divinamente de cuya obediencia dependía su prosperidad.
El sistema de los diezmos y de las ofrendas tenía por objeto
grabar en las mentes humanas una gran verdad, a saber, que Dios
es la fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le debe
gratitud por los preciosos dones de su providencia.
“El da a todos vida, y respiración, y todas las cosas.”
Hechos
17:25
. El Señor dice: “Mía es toda bestia del bosque, y los millares
de animales que hay en los collados.” “Mía es la plata, y mío el oro.”
“El te da el poder para hacer las riquezas.”
Salmos 50:10
;
Hageo 2:8
;
Deuteronomio 8:18
. En reconocimiento de que todas estas cosas
procedían de él, Jehová mandó que una porción de su abundancia le
fuese devuelta en donativos y ofrendas para sostener su culto.
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“Todas las décimas ... de Jehová son.” En este pasaje se halla la
misma forma de expresarse que en la ley del sábado. “El séptimo
día
será
reposo [sábado] para Jehová tu Dios.”
Éxodo 20:10
. Dios
reservó para sí una porción específica del tiempo y de los recursos
pecuniarios del hombre, y nadie podía dedicar sin culpa cualquiera
de esas cosas a sus propios intereses.
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