Página 500 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
ejercer la simpatía, la ternura y la benevolencia. En aquel entonces,
como ahora, las personas estaban expuestas al infortunio, la enfer-
medad y la pérdida de sus propiedades; pero mientras se siguieran
estrictamente las instrucciones dadas por Dios, no habría mendigos
en Israel ni quien sufriera por falta de alimentos.
La ley de Dios le daba al pobre derecho sobre cierta porción del
producto de la tierra. Cualquiera estaba autorizado para ir, cuando
tenía hambre, al sembrado de su vecino, a su huerto o a su viñedo,
para comer del grano o de la fruta hasta satisfacerse. Obraron de
acuerdo con este permiso los discípulos de Jesús cuando arrancaron
espigas y comieron del grano al pasar por un campo cierto sábado.
Toda la rebusca de las mieses, el huerto y el viñedo pertenecían a
los pobres. “Cuando segares tu mies en tu campo—dijo Moisés,—y
olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás a tomarla.... Cuan-
do sacudieres tus olivas, no recorrerás las ramas tras ti.... Cuando
vendimiares tu viña, no rebuscarás tras ti: para el extranjero, para
el huérfano, y para la viuda será. Y acuérdate que fuiste siervo en
tierra de Egipto.”
Deuteronomio 24:19-22
; véase
Levítico 19:9, 10
.
Cada séptimo año había una provisión especial para los pobres.
El año sabático, como se lo llamaba, comenzaba al fin de la cosecha.
En el tiempo de la siembra que seguía al de la siega, el pueblo no de-
bía sembrar; no debía podar ni arreglar los viñedos en la primavera;
y no debía contar con una cosecha ni del campo ni de la viña. De lo
que la tierra produjera espontáneamente, podían comer cuando esta-
ba fresco, pero no podían guardar ninguna porción de esos productos
en sus graneros. La producción de ese año había de dejarse para el
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consumo gratuito del extranjero, el huérfano, la viuda, y hasta para
los animales del campo. Véase
Éxodo 23:10, 11
;
Levítico 25:5
.
Pero si la tierra producía ordinariamente tan sólo lo suficiente
para suplir las necesidades del pueblo, ¿como había de subsistir éste
durante el año en que no se recogían cosechas? La promesa de Dios
proveía ampliamente para esto, pues Dios había dicho: “Entonces
yo os enviaré mi bendición el sexto año, y hará fruto por tres años.
Y sembraréis el año octavo, y comeréis del fruto añejo; hasta el
año noveno, hasta que venga su fruto comeréis del añejo.”
Levítico
25:21, 22
.
La observancia del año sabático había de beneficiar tanto a la
tierra como al pueblo. Después de descansar una estación, sin ser