Página 507 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Las fiestas anuales
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Hase mudado, la lluvia se fué;
Hanse mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción es venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola;
La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor.”
Cantares 2:11-13
.
Por todo el país, grupos de peregrinos se dirigían hacia Jerusalén.
Los pastores que habían dejado por el momento sus rebaños y sus
montes, así como los pescadores del mar de Galilea, los labradores
de los campos y los hijos de los profetas que acudían de las escuelas
sagradas, todos dirigían sus pasos hacia el sitio donde se revelaba
la presencia de Dios. Viajaban en cortas etapas, pues muchos iban
a pie. Las caravanas veían continuamente aumentar sus filas, y a
menudo se hacían muy numerosas antes de llegar a la santa ciudad.
La alegría de la naturaleza despertaba alborozo en el corazón
de Israel y gratitud hacia el Dador de todas las cosas buenas. Se
cantaban los grandiosos salmos hebreos que ensalzaban la gloria y la
majestad de Jehová. A la señal de la trompeta, con acompañamiento
de címbalos, se elevaba el coro de agradecimiento, entonado por
centenares de voces:
“Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.
Nuestros pies estuvieron
En tus puertas, oh Jerusalem....
Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, ...
Para alabar el nombre de Jehová....
Pedid la paz de Jerusalem:
Sean prosperados los que te aman.”
Salmos 122:1-6
.
Cuando veían en derredor suyo las colinas donde los paganos
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solían encender antaño los fuegos de sus altares, los hijos de Israel
cantaban:
“Alzaré mis ojos a los montes,
De donde vendrá mi socorro.
Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.”
Salmos 121:1, 2
.