Página 51 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El plan de redención
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Pero el plan de redención tenía un propósito todavía más amplio
y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra
sólo por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de
este pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada;
sino que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo. A
este resultado de su gran sacrificio, a su influencia sobre los seres
de otros mundos, así como sobre el hombre, se refirió el Salvador
cuando poco antes de su crucifixión dijo: “Ahora es el juicio de
este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y
yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo.”
Juan
12:31, 32
. El acto de Cristo, de morir por la salvación del hombre,
no sólo haría accesible el cielo para los hombres, sino que ante todo
el universo justificaría a Dios y a su Hijo en su trato con la rebelión
de Satanás. Demostraría la perpetuidad de la ley de Dios, y revelaría
la naturaleza y las consecuencias del pecado.
Desde el principio, el gran conflicto giró en derredor de la ley de
Dios. Satanás había procurado probar que Dios era injusto, que su
ley era defectuosa, y que el bien del universo requería que fuese cam-
biada. Al atacar la ley, procuró derribar la autoridad de su Autor. En
el curso del conflicto habría de demostrarse si los estatutos divinos
eran defectuosos y sujetos a cambio, o perfectos e inmutables.
Cuando Satanás fué expulsado del cielo, decidió hacer de la
tierra su reino. Cuando sedujo y venció a Adán y a Eva, pensó
que había conquistado la posesión de este mundo; “porque me han
escogido como su soberano,” dijo él. Alegaba que era imposible que
se otorgase perdón al pecador; que por lo tanto los miembros del
género humano caído eran legítimamente sus súbditos y el mundo
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era suyo. Pero Dios dió a su propio amado Hijo, que era igual a
él, para que sufriese la pena de la transgresión y proveyó así un
camino mediante el cual ellos pudiesen ser devueltos a su favor y a
su hogar edénico. Cristo emprendió la tarea de redimir al hombre
y de rescatar al mundo de las garras de Satanás. El gran conflicto
que principió en el cielo iba a ser decidido en el mismo mundo, en
el terreno que Satanás reclamaba como suyo.
El universo entero se maravilló al ver que Cristo debía humillarse
a sí mismo para salvar al hombre caído. El hecho de que Aquel que
había pasado de una estrella a otra, de un mundo a otro, dirigiéndolo
todo, satisfaciendo, mediante su providencia, las necesidades de