Página 50 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
En esa forma se revelaron a Adán importantes acontecimientos
que se producirían en la historia humana, desde el tiempo en que fué
pronunciada la sentencia divina en el Edén hasta el diluvio, y desde
allí hasta el primer advenimiento del Hijo de Dios. Se le mostró que
si bien el sacrificio de Cristo tendría suficiente valor para salvar a
todo el mundo, muchos escogerían una vida de pecado más bien
que de arrepentimiento y obediencia. Los crímenes aumentarían
en las generaciones sucesivas, y la maldición del pecado pesaría
cada vez más sobre la raza humana, las bestias y la tierra. La vida
del hombre sería acortada por su propio pecado; disminuirían su
estatura y resistencia física, así como su poder intelectual y moral,
hasta que el mundo se llenase de toda clase de miserias. Mediante la
complacencia del apetito y las pasiones, los hombres se incapacita-
rían para apreciar las grandes verdades del plan de redención. No
obstante, fiel al propósito por el cual dejó el cielo, Cristo mantendría
su interés en los hombres, y seguiría invitándolos a ocultar sus debi-
lidades y deficiencias en él. Supliría las necesidades de todos los que
fuesen a él con fe. Y siempre habría unos pocos que conservarían
el conocimiento de Dios, y se guardarían incólumes en medio de la
prevaleciente iniquidad.
El sacrificio de animales fué ordenado por Dios para que fuese
para el hombre un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento
de su pecado y una confesión de su fe en el Redentor prometido.
Tenía por objeto manifestar a la raza caída la solemne verdad de que
el pecado era lo que causaba la muerte. Para Adán el ofrecimiento
del primer sacrificio fué una ceremonia muy dolorosa. Tuvo que
alzar la mano para quitar una vida que sólo Dios podía dar. Por
primera vez iba a presenciar la muerte, y sabía que si hubiese sido
obediente a Dios no la habrían conocido el hombre ni las bestias.
Mientras mataba a la inocente víctima temblaba al pensar que su
pecado haría derramar la sangre del Cordero inmaculado de Dios.
Esta escena le dió un sentido más profundo y vívido de la enormidad
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de su transgresión, que nada sino la muerte del querido Hijo de Dios
podía expiar. Y se admiró de la infinita bondad que daba semejante
rescate para salvar a los culpables. Una estrella de esperanza ilu-
minaba el tenebroso y horrible futuro, y le libraba de una completa
desesperación.