Página 515 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

Basic HTML Version

Los primeros jueces
511
habían preparado el terreno para la apostasía de sus hijos. La desobe-
diencia y el menosprecio que tuvieron por las restricciones del Señor
los que habían entrado en posesión de Canaán sembraron malas
semillas que continuaron produciendo su amargo fruto durante mu-
chas generaciones. Los hábitos sencillos de los hebreos los habían
dotado de buena salud física; pero sus relaciones con los paganos los
indujeron a dar rienda suelta al apetito y las pasiones, lo cual redujo
gradualmente su fuerza física y debilitó sus facultades mentales y
morales. Por sus pecados fueron los israelitas separados de Dios;
su fuerza les fué quitada y no pudieron ya prevalecer contra sus
enemigos. Así fueron sometidos a las mismas naciones que ellos
pudieron haber subyugado con la ayuda de Dios.
“Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de
la tierra de Egipto,” “y llevólos por el desierto, como un rebaño.... Y
enojáronlo con sus altos, y provocáronlo a celo con sus esculturas....
Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre
los hombres; y dió en cautividad su fortaleza, y su gloria en manos
del enemigo.”
Jueces 2:12
;
Salmos 78:52, 58, 60, 61
.
No obstante, Dios no abandonó por completo a su pueblo. Siem-
pre hubo un remanente que permanecía fiel a Jehová; y de vez en
cuando el Señor suscitaba hombres fieles y valientes para que des-
truyeran la idolatría y libraran a los israelitas de sus enemigos. Pero
cuando el libertador moría, y el pueblo quedaba libre de su autoridad,
volvía gradualmente a sus ídolos. Y así esa historia de apostasía y
[588]
castigo, de confesión y liberación, se repitió una y otra vez.
El rey de Mesopotamia y el de Moab, y después de éstos, los
filisteos y los cananeos de Azor, encabezados por Sísera, oprimieron
sucesivamente a Israel. Othoniel, Aod, Samgar, Débora y Barac se
destacaron como libertadores de su pueblo. Pero nuevamente “los
hijos de Israel hicieron lo malo en los ojos de Jehová; y Jehová los
entregó en las manos de Madián.” Véase
Jueces 6-8
. Hasta enton-
ces la mano del opresor no se había hecho sentir sino ligeramente
sobre las tribus que moraban al este del Jordán, pero en las nuevas
calamidades ellas fueron las primeras que sufrieron.
Los amalecitas que habitaban el sur de Canaán, así como también
los madianitas que moraban allende el límite oriental y en los desier-
tos, seguían siendo enemigos implacables de Israel. Aquella nación
había sido casi destruida por los israelitas en los días de Moisés, pero