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Historia de los Patriarcas y Profetas
libertador de Israel aprendiese a ser estrictamente temperante desde
la infancia. Había de ser nazareo desde su nacimiento, y eso le
imponía desde un principio la perpetua prohibición de usar vino
y bebidas alcohólicas. Las lecciones de templanza, abnegación y
dominio propio deben enseñarse a los hijos desde la infancia.
La prohibición del ángel incluía toda “cosa inmunda.” La distin-
ción entre los comestibles limpios y los inmundos no era meramente
un reglamento ceremonial o arbitrario, sino que se basaba en princi-
pios sanitarios. A la observancia de esta distinción se puede atribuir,
en alto grado, la maravillosa vitalidad que por muchos siglos ha
distinguido al pueblo judío. Los principios de la templanza deben
llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso
de alimentos estimulantes indigestos es a menudo igualmente per-
judicial para la salud, y en muchos casos, siembra las semillas de
la embriaguez. La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos
por completo de todo lo perjudicial, y a usar cuerdamente lo que es
saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la influencia
que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud, su
carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe
sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo
debe servir a la mente, y no la mente al cuerpo.
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La promesa que Dios hizo a Manoa se cumplió a su debido tiem-
po con el nacimiento de un hijo, que fué llamado Sansón. A medida
que el niño crecía, se hacía evidente que poseía extraordinaria fuerza
física. Sin embargo, como bien lo sabían Sansón y sus padres, esta
fuerza no dependía de sus firmes músculos, sino de su condición de
nazareo, simbolizada por su pelo largo.
Si Sansón hubiera obedecido los mandamientos divinos tan fiel-
mente como sus padres, habría sido su destino más noble y más
feliz. Pero sus relaciones con los idólatras le corrompieron. Como la
ciudad de Sora estaba cerca de la región de los filisteos, Sansón tra-
bó amistades entre ellos. Así se crearon en su juventud intimidades
cuya influencia entenebreció toda su vida. Una joven que vivía en
la ciudad filistea de Timnah conquistó los afectos de Sansón, y él
decidió hacerla su esposa. La única contestación que dió a sus padres
temerosos de Dios, que trataban de disuadirle de su propósito, fué:
“Esta agradó a mis ojos.” Los padres cedieron por fin a sus deseos, y
la boda se efectuó.