Página 542 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
aún niño, se le puso un efod de lino como señal de consagración a la
obra del santuario.
Aunque era muy joven cuando se le trajo a servir en el taber-
náculo, Samuel tenía ya entonces algunos deberes que cumplir en
el servicio de Dios, según su capacidad. Eran, al principio, muy
humildes, y no siempre agradables; pero los desempeñaba lo mejor
que podía, con corazón dispuesto. Introducía su religión en todos los
deberes de la vida. Se consideraba como siervo de Dios, y miraba su
obra como obra de Dios. Sus esfuerzos eran aceptados, porque los
inspiraban el amor a Dios y un deseo sincero de hacer su voluntad.
Así se hizo Samuel colaborador del Señor del cielo y de la tierra. Y
Dios le preparó para que realizara una gran obra en favor de Israel.
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Si se les enseñara a los niños a considerar el humilde ciclo de
deberes diarios como la conducta que el Señor les ha trazado, como
una escuela en la cual han de prepararse para prestar un servicio
fiel y eficiente, ¡cuánto más agradable y honorable les parecería su
trabajo! El cumplimiento de todo deber como para el Señor rodea de
un encanto especial aun los menesteres más humildes, y vincula a los
que trabajan en la tierra con los seres santos que hacen la voluntad
de Dios en el cielo.
El éxito que se ha de obtener en esta vida, el éxito que nos asegu-
rará la vida futura, depende de que hagamos fiel y concienzudamente
las cosas pequeñas. En las obras menores de Dios no se ve menos
perfección que en las más grandes. La mano que suspendió los mun-
dos en el espacio es la que hizo con delicada pericia los lirios del
campo. Y así como Dios es perfecto en su esfera, hemos de serlo
nosotros en la nuestra. La estructura simétrica de un carácter fuerte
y bello, se edifica por los actos individuales en cumplimiento del
deber. Y la fidelidad debe caracterizar nuestra vida tanto en los deta-
lles insignificantes como en los mayores. La integridad en las cosas
pequeñas, la ejecución de actos pequeños de fidelidad y bondad
alegrarán la senda de la vida; y cuando hayamos acabado nuestra
obra en la tierra, se descubrirá que cada uno de los deberes pequeños
ejecutados fielmente ejerció una influencia benéfica imperecedera.
Los jóvenes de nuestro tiempo pueden hacerse tan valiosos a
los ojos de Dios como lo fué Samuel. Si conservan fielmente su
integridad cristiana, pueden ejercer una influencia poderosa en la
obra de reforma. Hombres tales se necesitan hoy. Dios tiene una