Página 547 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Elí y sus hijos
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hollado mis sacrificios y mis presentes, que yo mandé ofrecer en el
tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos
de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto,
Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de
tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho
Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran,
y los que me tuvieren en poco, serán viles.... Y yo me suscitaré un
sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le
edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días.”
Dios acusó a Elí de honrar a sus hijos más que al Señor. Antes que
avergonzar a sus hijos por sus prácticas impías y odiosas, Elí había
permitido que la ofrenda destinada por Dios a ser una bendición para
Israel se trocase en cosa abominable. Los que siguen sus propias
inclinaciones, en su afecto ciego por sus hijos, y, permitiéndoles
que satisfagan sus deseos egoístas, no les hacen sentir el peso de la
autoridad de Dios para reprender el pecado y corregir el mal, ponen
de manifiesto que honran a sus hijos impíos más que a Dios. Sienten
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más anhelo por escudar la reputación de ellos que por glorificar a
Dios; y tienen más deseo de complacer a sus hijos que de agradar al
Señor y de mantener su servicio libre de toda apariencia de mal.
A Elí, como sumo sacerdote y juez de Israel, Dios le consideraba
responsable por la condición moral y religiosa de su pueblo, y en
un sentido muy especial, por el carácter de sus hijos. El debió haber
procurado refrenar primero la impiedad por medidas benignas; pero
si éstas no daban resultados positivos, debiera haber dominado el
mal por los medios más severos. Provocó el desagrado del Señor al
no reprender el pecado ni ejecutar justicia sobre el pecador. No se
podría confiar en él para que mantuviera puro a Israel. Aquellos que
no tienen suficiente valor para reprender el mal, o que por indolencia
o falta de interés no hacen esfuerzos fervientes para purificar la
familia o la iglesia de Dios, son considerados responsables del mal
que resulte de su descuido del deber. Somos tan responsables de los
males que hubiéramos podido impedir en otros por el ejercicio de
la autoridad paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido los
tales hechos nosotros mismos.
Elí no administró su casa de acuerdo con los reglamentos que
Dios dió para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio.
El padre indulgente pasó por alto las faltas y los pecados de sus