El arca tomada por los Filisteos
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habían sido por los sacerdotes. También los pueblos de las nacio-
nes circunvecinas, que no ignoraban las iniquidades abiertamente
practicadas en Israel, se envalentonaron aun más en su idolatría y
en sus crímenes. No sentían la culpabilidad de sus pecados como la
habrían sentido si los israelitas hubieran preservado su integridad.
Pero el día de la retribución se aproximaba. La autoridad de Dios
había sido puesta a un lado, y su culto descuidado y menospreciado,
y se había hecho necesario que él interviniera para sostener el honor
de su nombre.
“Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a los Filis-
teos, y asentó campo junto a Eben-ezer, y los filisteos asentaron el
suyo en Aphec.” Esta expedición fué emprendida por los israelitas
sin haber consultado previamente a Dios, y sin que concurriera el
sumo sacerdote ni profeta alguno. “Y los Filisteos presentaron la
batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fué vencido delante
de los Filisteos, los cuales hirieron en la batalla por el campo como
cuatro mil hombres.”
Cuando el ejército regresó a su campamento quebrantado y des-
corazonado, “los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido
hoy Jehová delante de los Filisteos?” La nación estaba madura para
los castigos de Dios; y sin embargo, no podía ver ni comprender que
sus propios pecados habían sido la causa de ese terrible desastre. Y
dijeron: “Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová,
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para que viniendo entre nosotros nos salve de las manos de nuestros
enemigos.” El Señor no había dado orden ni permiso de que el arca
fuese llevada al ejército; no obstante, los israelitas se sintieron segu-
ros de que la victoria sería suya, y dejaron oír un gran grito cuando
el arca fué traída al campamento por los hijos de Elí.
Los filisteos consideraban el arca como el dios de Israel. Atri-
buían a su poder todas las grandes obras que Jehová había hecho en
beneficio de su pueblo. Cuando oyeron los gritos de regocijo lanza-
dos al aproximarse el arca, dijeron: “¿Qué voz de gran júbilo es ésta
en el campo de los Hebreos? Y supieron que el arca de Jehová había
venido al campo. Y los Filisteos tuvieron miedo porque decían: Ha
venido Dios al campo. ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fué
así. ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de las manos de estos dioses
fuertes? Estos son los dioses que hirieron a Egipto con toda plaga en
el desierto. Esforzaos, oh Filisteos, y sed hombres, porque no sirváis